La extraña y absurda espera acabó como se sabía casi desde el mismo 24 de mayo: pacto PP-Ciudadanos y quinta investidura de Juan Vicente Herrera como presidente de la Junta de Castilla y León. Para nadie, ni siquiera para los más escépticos, ha sido una sorpresa el desenlace. El primer enigma, el pacto, no tenía más solución coherente y sensata que el acuerdo de los populares con los de Albert Rivera, los naranjitos, que dijo González Pons, o los de Ciutatans, que perpetró Demóstenes Floriano. La segunda, la continuidad de Herrera, también estaba cantada por mucho que el presidente sembrara incertidumbres y tormentas en aquella famosa entrevista en la que "no descartó" no volver a presentarse tras manifestar su cabreo (o lo que fuese) con Rajoy en la no menos famosa recomendación de mirarse al espejo. Pero, claro, Herrera se encerró en un mutismo muy suyo y en una estudiada ambigüedad también marca de la casa. Y el juego de dudas acabó el pasado miércoles con la vuelta a la casilla de salida, es decir al pacto con su aliado natural (lo de la UPL levantaba ampollas por doquier) y a la candidatura de Herrera.

Tras algunas nieblas matinales, todo se despejo en una rueda de prensa en la que Herrera confirmó su sí por "coherencia" y presentó el documento firmado con Ciudadanos. Luis Fuentes, líder regional de esta formación, no se cortó al decir que llega "el cambio sensato". "Con cinco procuradores -añadió- empiezan a cambiar las cosas". No hay pacto de legislatura, sino simple abstención y se establece una revisión semestral de los acuerdos que permitirá saber, o eso dicen, cómo se lleva la pareja y si el matrimonio de conveniencia funciona o no. Los próximos presupuestos serán una buena piedra de toque.

Confirmada la presentación de Juan Vicente Herrera y sin más pito que tocar por ese lado, uno se detiene en la lectura del acuerdo PP-Ciudadanos, que consta nada menos que de 31 puntos, casi uno por día de negociación. Lo leo, lo releo, lo repaso, lo miro con lupa una y otra vez y no doy crédito. Treinta y un puntos, treinta y uno, y ni una sola mención al principal problema que tiene planteado esta tierra y que la está conduciendo a la agonía: la despoblación. ¿Ni se le ocurrió a Ciudadanos, ni consideró el PP oportuno incluirla?, ¿ni negociadores, ni asesores, ni sabios oficiales repararon en la cuestión? Una lástima. Solo un día después de la presentación del pacto, el Instituto Nacional de Estadística (INE) revelaba que en 2014 Castilla y León ha perdido 17.314 habitantes, un 0,6 %. Ninguna provincia se salva del desastre, uno más. De Zamora ha desaparecido el 1,1 de sus gentes (2.163 personas), lo que la convierte en la más afectada relativamente de toda España. Pero es que León perdió 4.323 habitantes; Burgos, 2.361, Salamanca, 2.350, Ávila, 1.545, Palencia, 1.519, Valladolid, 1.167; Segovia, 1.042 y Soria, 843, casi el 1% de los pocos que van quedando.

Las cifras, que se suman a las de años anteriores, son terroríficas, demoledoras. Y están marcando un camino irreversible. Y más irreversible aún si nadie toma cartas en el asunto y afronta con decisión y valentía el problema. Y ya que no lo han hecho los partidos tradicionales (sobre todo el que gobierna aquí desde hace 28 años y alcanzará otros cuatro más) creíamos que lo abordarían los nuevos, los emergentes o emergidos. Va a ser que no, especialmente en lo que se refiere a Ciudadanos, que no ha tenido a bien situar en su tabla de peticiones, en su línea roja, la lucha contra la despoblación. Tan solo en el punto 25 se dice que se impulsará "de forma firme y decidida el empleo en el medio rural que incluya una oferta formativa a los trabajadores facilitando la utilización de nuevas tecnologías". Muy bien ¿y? Tampoco aparecen por ninguna parte las palabras agricultura y ganadería. Se ve que ni Ciudadanos ni el PP lo consideran necesario. ¿Para qué si el sector va viento en popa, cada vez hay más gente en el campo, la cosecha va a ser descomunal (descomarcal, como dice un paisano), los precios son megaguays y la PAC se reparte con justicia y equidad?

En muchas ocasiones hemos criticado que los políticos hagan grandes y solemnes declaraciones sobre un asunto y luego se olviden de él en cuanto llega otro sobre el que hacer las mismas declaraciones. Pero es que esta vez no ha habido ni palabras de consuelo sobre la despoblación, ni anuncio de planes, ni siquiera el reconocimiento de que ahí hay un problema gravísimo, el peor desafío al que se enfrenta esta tierra.

Están muy bien, aunque falten concreción y plazos, las medidas pactadas sobre freno a la posible corrupción y para la regeneración democrática, pero es que en Castilla y León, al paso que vamos, dentro de unos años la regeneración democrática ya solo se podrá aplicar a los lobos, las avutardas, los cardos, las ortigas y los cementerios. Y no sé yo si se dejaran.