Cómo pasa el tiempo! Nos acercamos a aquel 24 de julio en cuya tarde recibimos la sorpresa dolorosa del fallecimiento de Carlos Prieto Hernández. Otras personas que faltan desde aquel mismo día ya han caído en el olvido; pero Carlos era hombre que enciende recuerdos. Pocos días antes de que se fuera asistió en la Casa de Zamora en Madrid a la sesión de las Noches Poéticas, en las que solía desgranar sus poemas de tal profundidad que hacía pensar durante horas. Iba aquella tarde, como muchas antes, aquejado de dolores intensos que le producía aquella pierna, último mal visible de los que amargaron sus últimos años. No faltaba a sus tareas casi constantes en la casa que unía a su querida Zamora con su residencia en Madrid. Poco antes había desplegado su ingenio, fondo de su espíritu belicoso, cuando le interesaba algún asunto, para ayudar a resolver el problema que atañía a la desaparición de alguna actividad poética en la Casa. La poesía fue la última de sus innumerables actividades a las que dedicó su afán. Todas aquellas actividades ocupan el recuerdo que animó a la Casa de Zamora a acudir, con ilusión desbordante, al homenaje que el pasado 6 de junio le organizaron en su pueblo, Fuentesaúco. Vivo recuerdo, en la mente de todo el pueblo, motivó la iniciativa del Certamen de Folklore Fini, convertido en monográfico para honrar la memoria del difunto saucano Carlos Prieto en la organización fabulosa que llevaron a cabo los Dulzaineros de Fuente-saúco, secundados por el mismo Excmo. Ayuntamiento y por familiares de Carlos, desplazados desde Madrid para tomar parte entusiasta en el acontecimiento. Del acto dio cuenta, en una página completa de La Opinión-El Correo de Zamora, con profusión de fotografías, la crónica firmada por Ángel Rodríguez. Y, con ser minucioso en extremo el reportaje, se dejó en el tintero la impresión espectacular que nos llevamos los "madrileños" de la Coral "Peña Tajada", del grupo de danzas "Arribes del Duero" y del Grupo "Urce" que reúne a los gaiteros y dulzaineros que desarrollan su actividad en nombre de la Casa de Zamora en Madrid. Volvimos a la capital haciéndonos lenguas del magnífico trato que nos dispensaron la familia de Carlos, presente en el acto y, en general, todo el pueblo de Fuentesaúco, que hizo suyo, hasta la intervención de su alcalde, el homenaje a su hijo fallecido.

He dicho que Carlos era un hombre que enciende recuerdos. Como compañero suyo que fui en el Seminario de Zamora, guardo múltiples recuerdos que informa nuestra íntima convivencia durante los nueve años que precedieron a nuestros estudios universitarios, de él en Salamanca y míos en Comillas. Era Carlos un chico que se hacía notar, no solo en las tareas serias, sino también en actos que reflejaban su espíritu inconformista. Igual que yo mismo, no aceptaba Carlos sumisamente todas las exigencias de la disciplina del Seminario, algunas de ínfimo valor en nuestro criterio. A pesar de la opinión oficial, manifestada por los superiores bajo la fórmula "lo que manda el Reglamento es la voz de Dios", nosotros decíamos: "Desconfío mucho de la "voz de Dios" colada por hombre". Eso nos acarreó algunos castigos, incluso serios; pero ninguno de los dos albergamos el mínimo miedo del que produjo en nuestros condiscípulos la "purga" llevada a cabo después de aquel "largo verano" en que las vacaciones estivales llegaron, por obras, a los primeros días de enero. El motivo de la "purga" excedía el inconformismo de Carlos y el mío. En Carlos, sobre todo, era índice de su excelente carácter su vida. Su simpatía y valía le proporcionaron cargos importantes, hasta llegar a ser uno de los encargados del almacén donde se guardaban los alimentos; su espíritu revoltoso y juguetón lo llevó, estando en aquel cargo, a capitanear la protesta por el exceso en la presencia alimentaria del denostado chicharro. Públicamente se manifestó la protesta en la espera para que comenzara una película. Coreamos los tres números últimos diciendo, en lugar de "tres, dos, uno", "chi-cha-rro". A Carlos le costó el cargo su intervención. También le acarrearon, en alguna ocasión, los mayores castigos sus pequeñas faltas a la disciplina; pero su simpatía y su habilidad para convencer en la firme discusión le proporcionaron el perdón de sus castigos y la vuelta a la excelente convivencia de la que disfrutó. En mis recuerdos están nuestras disputas después de los partidos de fútbol, en los que él lideraba a los partidarios del Atlético Aviación y yo a los del Atlético de Bilbao. Y las clases de don Serapio Orduña, en las que yo decía "gansadas" y él las valoraba numéricamente, provocando que don Serapio le preguntara: "¡Carlos; ¿tú eres el chistómetro?". ¡Cuántos recuerdos, almacenados día a día a lo largo de nueve años! Y otros muchos en los largos años que van del 1993 al 2013. Tal vez para un libro dieran material unos y otros. Estos dos años serán el principio del recuerdo para muchísimas personas.