Actualmente curso la ESO en un instituto público. Como alumna tengo mi propia opinión sobre mis profesores, pero intentaré ser lo más objetiva posible a la hora de analizar los distintos tipos de docentes que he conocido.

Existen los que sienten entusiasmo por la materia que imparten e intentan transmitir sus conocimientos de la manera más amena e interesante posible. Estos se preparan las clases, proponen ejercicios y ayudan a los alumnos que más lo necesitan. Son los profesores ideales, pues están contentos con su trabajo y se sienten realizados como personas.

Por desgracia, los profesores de estas características son escasos (aproximadamente uno de cada ocho, según mis cuentas) y el resto suelen tener diversos defectos que pueden llegar a amargarnos la vida.

La pregunta es: ¿por qué los malos profesores son así? ¿Qué los diferencia de los buenos? En mi opinión, el proceso por el que un profesor se convierte en un ser insoportable es bastante largo y pasa por varias fases: existe la persona que, tras acabar una mediocre etapa en secundaria, decide hacer una carrera "fácil" como es la de Magisterio. Cuando la persona en cuestión logre ser maestro, será un amargado sin vocación, sin ganas y sin aptitudes, pues ha elegido su futuro por el grado de dificultad de la formación y no por el interés en dicha materia.

También existen aquellos que, tras estudiar una carrera cualquiera, se encuentran con que no hay más salidas que la enseñanza, por lo que toman esa vía con cierta resignación. Es verdad que algunos, con el tiempo, se acostumbran y hasta disfrutan, pero otros acaban impartiendo clases sintiéndose enormemente fracasados y estafados, pues aun siendo buenos estudiantes en su carrera no han tenido más remedio que dedicarse a algo que no les gusta.

Otras veces somos los propios alumnos los que amargamos y desgastamos al profesor, hasta el punto de hacerlo odiar su profesión. Cualquiera que trabaje con ilusión y ganas y no vea el fruto de su esfuerzo se sentirá desengañado. Por ejemplo: si un profesor con mucha vocación dedica su tiempo a organizar y planear las clases para sus alumnos y estos responden con un interés nulo y una actitud despectiva hacia su materia, es normal que incluso el más entusiasta acabe amargado.

Pero no solo somos los alumnos los que aburrimos. Muchos profesores sienten que la administración, el gobierno y la política en general menosprecian su trabajo, banalizando su labor. Cuando el gobierno resta importancia a la cultura, no hay nada que hacer y eso hace que algunos profesores sientan indignación e impotencia.

Otro factor que influye en el proceso de "amargamiento" del profesor es la indolencia de su entorno. Cuando una persona observa que su compañero de trabajo es un vago que no hace nada, pero recibe el mismo sueldo y tiene las mismas vacaciones que ella, se siente indignada y desolada. "¿Por qué pierdo mi tiempo en esto si puedo vivir como mi compañero, pasándome las tardes viendo la tele y yendo de compras, en vez de preparar las clases y hacer un trabajo extra que nadie me paga?". Esto se pregunta esta persona. Y no halla respuesta. Así, poco a poco, el número de negligentes crece como una deprimente masa viscosa que atrapa a profesores y alumnos.

Aun así, a pesar de todas las adversidades, quedan docentes con amor a su trabajo. Respetad y cuidad a estos profesores, pues son una especie en peligro de extinción.