La decisión de la Unesco de incluir varias zonas naturales de Zamora como Reserva de la Biosfera ha sido una magnífica noticia. En principio, las posibilidades de desarrollo sostenible que abre esta figura son inmensas. Sin embargo, como nunca llueve a gusto de todos, la recepción de la noticia en las zonas afectadas no ha sido la que algunos esperábamos. Algunos responsables políticos y otros agentes económicos y sociales de las zonas afectadas han reaccionado con cierta incredulidad, destacando que, mientras no vean los beneficios tangibles en forma de mejora del empleo y de la calidad de vida de los ciudadanos, en principio poco más se puede decir. Suena, por tanto, a desconfianza. Y no es para menos.

En el caso del oeste de Zamora, las lecciones que podemos obtener con la gestión de los espacios protegidos no han sido precisamente excesivamente positivas. El ejemplo más visible es que en Aliste, Sanabria y Sayago, las tres comarcas con los recursos naturales más espectaculares de Zamora, la pérdida de población ha seguido siendo muy considerable durante las últimas décadas. Así, desde los inicios del siglo XXI la población ha menguado en más de 8.300 personas, lo que representa una caída del 21 por ciento. Este descenso se explica principalmente por el impacto del envejecimiento de la población sobre el incremento de las defunciones, ya que, como es previsible, en zonas con porcentajes muy elevados de personas de 65 y más años, como aquí, la probabilidad de morir se incrementa con respecto a otras zonas con una estructura de población más joven. Por tanto, si esto es así, estaremos de acuerdo en que algo está fallando en la zona para que no hayamos sido capaces de invertir la crisis de los recursos demográficos durante los últimos años.

Y aquí es pertinente reflexionar sobre el impacto que han tenido los espacios protegidos en estos territorios. ¿Cómo es posible que contando con unos recursos naturales y paisajísticos espectaculares no hayamos sido capaces de modificar las tendencias de los recursos humanos? ¿Qué ha fallado para que este tipo de recursos no hayan producido los beneficios esperados en la zona? ¿No será que algunos pensaban que con proteger legalmente un territorio era suficiente para que el empleo creciera y, por consiguiente, la población se mantuviera e incluso se pudiera incrementar? Pues bien, por lo visto no es suficiente. De poco sirve tener un recurso (natural, físico, financiero, etc.) si este no se explota, no se comercializa y, en definitiva, no se utiliza para crear valor añadido. Digo esto porque es posible que con la declaración de Reserva de la Biosfera nos encontremos dentro de unos años escribiendo y comentando lo mismo: que no ha servido absolutamente para nada. Por eso, además de celebrar tan honrosa distinción, hay que ponerse las pilas, trabajar a tope, ser innovadores e intentar que los buenos deseos den sus frutos. Por el bien de todos.