Para subrayar la solemnidad del uso de paseo se le dotó de unos arcos decorativos en la entrada y salida del tramo de carretera, convertido en este espacio mágico en que se cumpliesen los sueños de tanta criatura con ansias de merecer. Y para remate se añadió un precioso chalecito de estilo tirolés, que servía de vivienda al guarda y de unos espacios ajardinados que llegaban a alcanzar las calles de acceso a los frentes de las josas próximas. Con estos elementos se logró un parque en el que aparte del paseo, se dispuso de una fuente de hierro (sin agua), y un quiosco (mejor templete) para conciertos de la banda del Regimiento. Y como remate, Obras Públicas acabó por ceder el vial de carretera como paseo, desviando así la entrada de la carretera para desembocarla en la esquina de la Farola.

A partir de los años 70, se precipitan los acontecimientos: se intuye un futuro en que las cosas del urbanismo se van a endurecer, con un régimen que languidece y hay que tomar medidas. Es una época en que coincide la mayoría de edad de las familias con hijos licenciados de universidad que empiezan a situarse fuera de la ciudad, porque no hay trabajo para todos. Familias acomodadas trasladan su residencia fuera, siguiendo a los hijos. Y empieza la liquidación de los patrimonios inmobiliarios situados en la ciudad. Todos los que sufrimos el éxodo pasamos por el trance de ver cómo nuestros padres se desprendían de las fincas heredadas. Pero entre estas familias había algunas que podían mejorar las condiciones urbanas heredadas y venderlas mejor tras el cambio de sus aprovechamientos urbanísticos, y es que las influencias hacen milagros. Y se acomete el Plan Parcial de la Candelaria. Se pide la colaboración del Instituto Nacional de la Vivienda, porque parece que los medios municipales no cuentan con recursos para gestión tan azarosa, y por imponer un respeto por si hay algún levantisco. ¡Menuda bicoca les iba a tocar a todos! Es que era una tarea ímproba, la de reparcelar y calcular el reparto de beneficios entre tan diferentes tipos de propiedades. Pues se trata de cambiar las edificabilidades propias de ciudad-jardín o de los bloques exentos de las josas, y de las edificaciones modestas de las incipientes colonias de chalés, y casas para obreros de doña Candelaria Ruiz del Árbol, insigne benefactora, en bloques de alta densidad. Veo en las imágenes de Google la diferencia entre la edificación de la casa del americano, y la renovada que se acerca al triple de edificabilidad original. Y eso contando con el término de comparación de el bloque de la casa del americano, que en aquella época ya se consideraba un edificio de cierto volumen con viviendas amplias. Se cambian tipologías y edificabilidades. Se demuele sin piedad un edificio singular como la casa de Cuesta, que hoy día podría haber servido para equipamiento como el de los tan suspirados centros cívicos. Con toda esta gigantesca reparcelación, no se acometen obras que podrían haber sido posibles, por las plusvalías resultantes y que mejorarían el desarrollo de la zona, tal como la apertura de una avenida bulevar, que arrancaría desde el propio parque hasta la Peña de Francia, para terminar conectando con la urbanización de las márgenes del río. Todo este sector de la ciudad, que tenía una ordenación de chalés, y viviendas bajas, se vio trasformado en un barrio de edificación cerrada, y con los aprovechamientos propios del ensanche de ciudad. Aquí las reformas se hacen pensando en el negocio, no sé para qué tanto técnico, porque cuando se ven los resultados en las vistas aéreas, es como un juego de bloques, cerrando una tras otra cada manzana. El barrio necesitaba una Ordenación, pero se convirtió en el tipo de desarrollo desproporcionado que se extendería en el resto de la ciudad. En la batalla que desencadenó el Plan se perderán edificaciones referentes como la finca de Benita Peñalosa en la cuesta de San Pablo, con un parque con pinos gigantes a los que íbamos a jugar un montón de niños (las niñas subían a los pinos las últimas, pues menudos frescos eran algunos). El recuerdo del paseo no tiene referencias actuales que identifiquen el encanto que tuvo en el pasado. El edificio del "americano" luce su diseño porque aparece en la fotografía aislado. Que la realidad actual ha atropellado, desfigurado en un entorno anónimo y rapaz. Me acuerdo del arquitecto que ideó el edificio, solo y pensativo. Antonio García Sánchez-Blanco no podía imaginarse que su obra tuviese deriva tan humillante, algo que venía a reproducir con su desmedrada escala, la casita tirolesa del guarda.

El frente original de edificios, en que estaba inserta la casa del "americano", llegaba hasta la esquina de la emisora. Este frente de edificaciones podíamos decir que representaba la cota mas alta de consideración social que puede representar un tramo edificado. Pues, este nivel de excelencia que podría haber sido el motivo para hacer una reforma, siguiendo las pautas del edificio modelo y que diese lugar a unas condiciones de unidad armónica, sirvió para todo lo contrario. Se echó mano de las tipologías más propias de los ensanches anónimos con rendimientos superlativos, y con una interpretación errática de los aprovechamientos. Así en una misma manzana coexisten bloques con fondos y alturas diferentes. Y con las tipologías de bloque continuo se ponía una muralla, que dejaba al parque encerrado y se hicieron evidentes las modestas dimensiones de toda la ordenación una vez suprimidas las zonas verdes de los particulares. ¡Si hasta los bloques de 20 alturas que pespuntean todo un lateral de Central Park en Nueva York, al estar inmersos en el espeso follaje que rebosa el del propio parque, es un fantástico espectáculo que nos deja boquiabiertos! Aquí se suprimió la componente paisajística que formaban las distintas especies arbóreas. Y en cambio vemos árbol tras árbol, con un aire de tal languidez que desmiente su edad real. Cada visita que me traía a la capital, contemplaba perplejo el nuevo parque, como encogido, y no lo podía entender. Todo quedó explicado al ver "la casa del americano" aprisionada entre los dos bloques adyacentes. Estos habían impuesto una escala, que hizo empequeñecer a cada uno de los elementos compositivos de la ordenación, y a todo su conjunto.

Es decir, que el propio capital especulativo no entró a defender las diferencias que deberían garantizar la calidad de un diseño de la más alta jerarquía en el conjunto de la ciudad. Al contrario, el tratamiento estético de las edificaciones, digamos que está entre Pinto y Valdemoro, valga la expresión y sin desdoro de las ciudades madrileñas. Entiendo el dolor de la ciudad por la desaparición reciente de una capilla, digno ejemplo de su arquitectura. Pero ¿con quién voy a compartir mis quejas por la desaparición de uno de los entornos más queridos de esta ciudad para muchos de sus ciudadanos?

Claudio, el poeta, sí me dirá cosas que me permitan sobrevolar por encima de esta triste realidad / Calle mayor de mi esperanza, suenen/ en ti los pasos de mi vida, abre/ tu palomar y salgan,/ salgan al aire libre/ juegue con ellos todo el mundo al corro,/ canten sin ton ni son, canten y bailen/ de tejados arriba. Ved, ved cómo/ aquel portal es el tonel sin fondo/ donde fermenta mi niñez ,y el otro/ siempre lleno de niñas, mi granero/ de juventud, y el otro, el otro, el otro?