Es posible que en los momentos actuales, una vez pasada la campaña electoral cuando festejamos (el 30 de mayo) la onomástica de San Fernando (el zamorano rey Fernando III soberano del Regnum-Imperium Hispánico de la Corona Leonesa) y estamos ya encima del aniversario 943 (¿algo previsto para el 950?) de El Campo de La verdad, de las justas épicas del 1-6-1073 y nuestra memoria histórica se hace interaccionante y nos hace recordar a: Pedro, Rodrigo y Diego Arias, hijos de Arias Gonzalo, que defendieron el honor central de Zamora en pro de la leoneseidad a plenitud, ya se pueda hablar, aquí entre nosotros, de casi todo e, incluso, hasta de política.

Las elecciones pasadas son, de forma indudable!, sus resultados, pero no solo, ¡y únicamente!, los resultados, como si fueran cifras asépticas desprovistas de otras concomitancias, circunstancias y relaciones, que en buena manera, generan tales y tan concretas cifras de balances electorales. Es curioso que los analistas políticos obvien señalar que nuestro sistema electoral, en unos momentos de amplio manejo y circulación de las tarjetas magnéticas, pende de la papeleta de papel y de cómo esta llega a los domicilios de los electores a través de los "mailing" (buzoneo) de empresas contratadas al efecto que ponen en circulación una descomunal red de camiones tráilers, y que adjudica, en una aproximación, el 80% del voto del electorado.

En estas elecciones pasadas, como ya ocurrió en las europeas de 2014, algunos grupos no solo presentan, desde sus programas electorales, acciones políticas conducentes a cada hecho electoral concreto -europeas, municipales, autonómicas y/o próximas generales-, sino que las orlan del formato umbral de una base preconstituyente, una nueva constitución, que hace que la convocatoria concreta, condensada en un obstáculo a superar, sea una mera espuela literaria de la finalidad perseguida. La ausencia del necesario debate entre las candidaturas presentadas para el 24M ha dejado ocultadas muchas propuestas y el enfoque de las aportaciones plurales de todos y cada uno de los grupos en confrontación, que se ha deteriorado en la expresión del pastoreo de sectores sociales más o menos afines.

Parece que ahora, y cada vez tiene mayor claridad, la diferenciación de los grupos políticos, entre "bancarios" y "no bancarios", va acercándose al común de la ciudadanía aparejada a sus vitolas ideológicas y, ya casi, en parangón a las mismas. Ello estaría imponiendo una nueva nominación de las acciones políticas grupales en las campañas electorales, señalando otros caminos de profundización democrática, a la vez que dibuja a ciertos y presuntos "lobbies" que brujulean alrededor de los hechos electorales. Los créditos bancarios, donaciones y otras figuras, entre ellas las presencia mediáticas, hacia los partidos políticos empiezan ya a ser objeto de la atención de los electores, en ese camino de averiguaciones cívicas sobre quiénes son, y porqué, los ganadores de unas elecciones.

Es obvio que la salvedad del bien común, como principal conclusión de la confrontación electoral, tiene que ser un límite cimero donde converjan todos los grupos sin excepción alguna y tal finalidad, en su logro, debe estar situada por encima de parcelaciones (sean ideológicas o no, económicas o no, territoriales o no) de cualquier tipo, ya que lo contrario implicaría la supeditación de la sociedad completa al dictamen de los restrictivos intereses un único grupo.

No se debe olvidar que la Constitución de 1978 nos impone a todos la construcción de una democracia avanzada, y que por tanto, debemos ir caminando, entre todos los españoles, más allá de los postulados coyunturales de la Loreg que nacen de aquella provisionalidad suarista de 1977.

Situar como ganadores de las elecciones pasadas al conjunto de todos los ciudadanos, tendría que ser la normalidad, la total normalidad, y sacar de ello amplios beneficios hacia todo el conjunto social, y hacer que tal conclusión sea la real impondría ir más allá de la historia política precedente, llena de sorprendentes avatares y múltiples desubicaciones, para que cada votante, el sujeto activo más importante en cada campaña electoral, pueda tener percepción próxima de su acción democrática.

Esta opción, la del beneficio global de quienes vivimos en la España nación, no obvia, en modo alguno, que hagamos un formulación distributiva de los resultados hacia cada grupo en concreto y que, de forma lógica, establezcamos, con la actual baremación de la Ley D'Hondt, una clasificación al uso. Los recientes resultados del 24M han establecidos situaciones políticas, en diversas latitudes, que pueden ser modificadoras de las opciones de mayorías minoritarias, el clásico de la lista más votada, hacia posiciones aritméticas orgánicas que están alejadas de la directa participación democráticas de los electores y que la actual Loreg permite.

El horizonte próximo de una nueva Ley Electoral General en la España nación, a ser posible contrastada en un referéndum vinculante, debe animarmos a todos los ciudadanos españoles, de todas y cada una de sus Regiones Históricas y constitucionales, entre ellas, por supuesto, la triprovincial del Reino Leonés, a proseguir en ese camino, democráticamente compartido, del beneficio común y global para toda la sociedad española. No olvidamos nunca que los principios del parlamentarismo tienen lugar aquí, en la Corona Leonesa en el año 1188, de la mano de un soberano leonés, de nacencia zamorana, como Alfonso IX.

Francisco Iglesias Carreño (presidente del Prepal)