Que el ente, o lo que sea, TVE es una televisión pública al servicio del partido que gobierna el país, ya sea el PP o el PSOE, es cosa vieja, sabida y aceptada resignadamente. En otros países del entorno cercano no es así, ni mucho menos, objetivo que logran fácilmente a través de canales de titularidad estatal que no se esfuerzan en competir con las televisiones privadas, sino en ofrecer una información aséptica y plural y en distinguirse por la calidad de los espacios ofrecidos, algo que a lo largo del tiempo ha ido contribuyendo decisivamente a aumentar su prestigio. En España ocurre todo lo contrario.

Algunas medidas se han ido tomando en el curso de los últimos años para que pareciese que las cosas cambiaban cuando todo seguía igual o peor. Lastrada por una plantilla inmensa en número, sigue viviendo de la subvención oficial, que crece cada año ante el beneplácito de un consejo de administración formado mayoritariamente por políticos de PP y PSOE, gran parte de ellos sin el menor conocimiento profesional del medio. Se suprimió la publicidad, no se sabe si para equiparse con las televisiones públicas europeas, pero se mantiene bajo la forma de patrocinios. Es igual, porque al final siempre hay que pedir dinero añadido a los presupuestos del Estado, como si fuese poco el dinero que malgastan los canales autonómicos que nadie contempla y que solo sirven para hacer propaganda a los políticos que gobiernan en esos momentos la comunidad. Solo en Valencia se atrevieron a echar el cierre.

Lo peor es que TVE sigue haciendo lo mismo, al servicio de quienes regentan el medio. Que es lo mismo también que hizo siempre el PSOE en su momento. Solo que lo hacen de forma distinta, mucho más descarada y burdamente el PP que no se para en barras a la hora de tratar de mantener el poder. Pero la gente no es tonta, como no dejan de creer los políticos, y el domingo pasado, día de las elecciones, la mayoría de los telespectadores siguieron la información de los comicios no a través de la televisión que debería ser la más objetiva, la estatal, sino de La Sexta, la cara progresista de Antena 3, según los índices de audiencia, y además con una enorme diferencia. La gente no confía ya para nada en un canal oficial tan partidista y dado los aires de cambio optaron por otro canal igual de partidista, pero a favor de la izquierda.

Para acabarlo de arreglar y dar la medida de su postura e intenciones, al día siguiente se iniciaba en TVE un espacio aparentemente informativo de opinión y debate, presentado y moderado por Sáez de Buruaga, uno de los más conspicuos propagandistas del PP que ha ocupado cargos directivos en la misma casa, en la Cope, y en otros medios alineados a la derecha. Así de claro se denomina el nuevo programa, y desde luego que resultó claro, más que claro, en cuanto a sus intenciones, aunque se cubriesen las apariencias. Los trabajadores del sindicato UGT en el ente han protestado y pedido dimisiones de los responsables, y las críticas recibidas han sido muy duras a todos los niveles, tanto respecto a las formas como al contenido. Ni siquiera era clara la intervención del presentador, interrumpiendo a los contertulios y dando su propio parecer sobre los temas, algo que se aleja de cualquier libro de estilo periodístico.