El acoso escolar no es cosa de niños como algunos pretenden disculpar. El acoso escolar es eso, acoso, con todo lo que significa, un calvario para el acosado, cuántas veces con resultado de muerte, como ha ocurrido en el Instituto de Enseñanza Secundaria Ciudad de Jaén de Madrid donde una joven de quince años con discapacidad se ha quitado la vida, tras sufrir la tortura diaria de un acoso que se torna asfixiante, insoportable para quien lo padece, hasta el punto de que opten por el suicidio.

Claustros de profesores, directores y la autoridad política tienen que estar más pendientes del "bullying". No se puede consentir que las cifras se disparen un curso y otro. Si se trata de un problema educacional, padres y educadores tienen que ponerse de acuerdo y tratar el tema con valentía, sin esconderse, sin mirar hacia otro lado, denunciando y al menor síntoma, actuar. Algunos colegios tienen fama de mirar para otro lado. Les importa más el buen nombre, el prestigio del centro que el hecho de que un crío o una cría estén sufriendo acoso. Y, ¡ya está bien!

Lo terrible del caso que ha conmocionado a toda España es que todo el colegio conocía la situación. Los compañeros de la víctima sabían lo que estaba pasando. Pero nadie tuvo la gallardía de denunciarlo, la valentía de cortar por lo sano. Aunque en muchos centros, cortar por lo sano es expulsar a la víctima y permitir que los victimarios sigan haciendo de las suyas. Este feo asunto del acoso escolar no puede dejarnos indiferentes. En Zamora, también se producen casos. Solo que se silencian. Se callan por parte de los responsables del centro de que se trate y de los padres que no quieren complicaciones. Se lleva al niño a otro centro y aquí paz y la gloria para los acosadores.

No se puede traspasar la raya roja que suele traspasarse por parte de algunos alumnos, sin consecuencias. Si no están en condiciones para la convivencia, hay que quitar del cesto las manzanas podridas y no lo contrario como viene haciéndose hasta ahora. La permisividad de algunos padres, la tolerancia extrema de algunos centros conducen a actos delictivos como este para el que ya no hay solución. Hay que ponerse en la piel de la niña discapacitada y entender su sufrimiento que ha debido ser mayúsculo, tremendo, horrible.

Hay que enseñar a los niños los mecanismos de denuncia ante casos de acoso escolar. No se les puede dejar solos a su suerte. Los débiles, los vulnerables, los discapacitados tienen todas las de perder. Aunque a veces el más listo, el más guapo o la más alta, el más bajo o la más gordita también pueden ser objeto de las vejaciones que lleva aparejado el "bullying". Tampoco es buena la masificación en las aulas. La educación es un derecho que no requiere recortes, porque con ellos se recorta calidad y calidez, la que a veces falta en las aulas para evitar situaciones que, de esa forma, se hacen inevitables.