Me contaba el otro día un viejo militante que ha vivido mil rifirrafes que lo más ingrato de la política es el fuego amigo. Las cuchilladas de los tuyos son las más inmisericordes, implacables y traidoras que uno puede recibir. De esto sabían bien en la antigua Roma, donde existía la costumbre en los lugares públicos de quitar la cabeza de la estatua del emperador anterior y sustituirla por la del nuevo, una práctica que los milenios no han conseguido desterrar a tenor de lo visto en la Comunidad Valenciana cuando el presidente Camps borró a su antecesor Zaplana de los vídeos hasta el punto de que uno ya no sabía si aquellos siete años al frente del Consell habían sido un espejismo, aunque luego Fabra pagó a Camps con la misma moneda. En fin, ya lo dijo Pío Cabanillas, que de esto debía saber un rato: "Al suelo, que vienen los nuestros".

En esta campaña, a los que hay que vigilar de cerca para que no corra la sangre es a los del PP de Madrid. Que la aún alcaldesa, Ana Botella, y la aspirante a sustituirla, Esperanza Aguirre, no se aguantan no es ningún secreto, desde que Aguirre cuestionó la actuación de Botella por la tragedia del Madrid Arena en 2012 y luego afirmó que la capital estaba sucia y que la propuesta de la alcaldesa de cerrar el centro al tráfico era una medida bolchevique. Botella le devolvió la puya a Aguirre hace días al afirmar en una entrevista que se sentía dolida porque la candidata había relegado a su gente de la lista.

El caso es que ya no disimulan y se lanzan los navajazos en público. Aguirre plantó el viernes a Botella en su despedida oficial del Ayuntamiento y luego el domingo se volvieron a encontrar haciendo las delicias de los periodistas y observadores malévolos, que vieron cómo el expresidente Aznar se sentó entre Aguirre y su mujer no sé si por miedo a que se dieran un guantazo, aunque él mismo no contribuyó a la paz ya que cuando tomó la palabra salió en defensa de la gestión de su esposa, faltaría más, de la que dijo que "ha trabajado como nadie y deja un legado como nadie" al tiempo que lanzaba una andanada por las cosas "ingratas e injustas" ocurridas en la capital.

Ya se sabe que cuando en las discusiones se mete la familia, no hay quien lo arregle por muy buena cara que uno ponga. Y eso que al verse las dos mujeres se dieron un beso y te trataron de "querida". Así, habrá que creer a Aguirre cuando asegura que no se dio cuenta en un debate en televisión el otro día de que la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, le negó el saludo. Es normal que esté más pendiente de los que sí le tienden la mano.