Hace once años, el jueves anterior a las elecciones volaron cuatro trenes en Madrid, asesinando a 192 personas. Ayer, jueves, también en vísperas de urnas, filtraron la declaración de la renta de Esperanza Aguirre. El caso, aún a escalas muy distintas, es impedir que las ideas liberales de aquel PP y de Aguirre -el resto del PP ahora no tiene ni un miligramo de liberal- puedan contar en España o al menos hacerse un modesto rincón bajo el sol.

No sé si considerarán que con la filtración de ayer es suficiente. Mañana lo veremos. Si creen que no basta, escrache salvaje ante el domicilio de Aguirre como en aquel sábado de marzo de 2004 cuando fuerzas progresistas violaron la jornada de reflexión y acosaron docenas de sedes del PP por toda España.

Ahora el PP no está en las coordenadas de entonces así que no corre peligro, solo vive bajo condiciones de alto riesgo su líder madrileña.

Los golpes de Estado hace tiempo que no se dan con tanques. Un terrible atentado, del que seguimos sin conocer sus autores intelectuales -obviamente no están ni en desiertos lejanos ni en montañas remotas-, o una filtración que arruina el Estado de Derecho bastan si el agritprop se emplea a fondo. Nadie duda de su letal eficacia.

La pregunta es ¿por qué hay que acabar con lo que tenía aquel PP de liberal o ahora con su epígona Esperanza Aguirre?

Las políticas liberales benefician a la inmensa mayoría de los ciudadanos y perjudican a la siniestra minoría monopolista que, ay, tiene todo el poder.

Como se extienda la buena nueva -que tiene dos siglos a cuestas- la casta, el duernu, la mafia o como se la quiera denominar está perdida. Y eso sí que no.