El bipartidismo de los últimos 37 años evidencia un sistema de gobierno que profundiza en la desigualdad y el empobrecimiento de la mayoría constituida por las clases populares frente al enriquecimiento de quienes actualmente controlan las estructuras políticas. Las minorías beneficiadas por este reparto desigual de la riqueza -riqueza que generamos entre todas y todos- saben distinguir la necesaria base social que sostiene dichas estructuras; el control de la educación y del sistema legislativo o la atención a las demandas de la patronal, entre otras, apuntalan el edificio de la precariedad.

Aumentar las opciones que permitan disputar la hegemonía sociopolítica exige no asumir perspectivas reduccionistas que separen los frentes electorales del resto de luchas, por razones tanto de índole material como táctica, ya que es precisamente la puesta en práctica del significado liberal de "lo electoral" lo que distrae a cualquier fuerza que se le enfrente. La democracia no puede ser desarrollada por actores que representan el papel de meros espectadores ante la función parlamentaria. La democracia ha de penetrar en la producción económica y en la sociedad civil a través de dispositivos de legación en el más amplio sentido.

Aquellas manifestaciones de honestidad ciudadana, de compromiso por asumir el control desde la autoorganización popular que trajo lo mejor del 15M, fueron tomando forma a través de expresiones con vocación institucional como Podemos y sus consecuencias municipalistas.

Lejos de la inmediatez y el consumismo de mercancías políticas que los ejes del sistema exigen como requisito previo para obtener el triunfo político, la gente de Podemos, la gente, asimila progresivamente que la construcción empieza por los cimientos y que las estructuras se levantan tras un cálculo de eficiencia e idoneidad. Qué más quisieran las minorías oligárquicas que interiorizásemos su interpretación de los resultados que se cocinan en sus fogones. Sin embargo, son precisamente estos excelentes resultados el efecto de un trabajo generoso, humilde y válido que desde los círculos, esencia de esta apuesta social, ya se celebran. Porque los frutos recogidos en las europeas, los de Andalucía y los que se prevén en los comicios del próximo domingo son mucho más de lo que hubiésemos imaginado hace apenas un año. Porque si desde el diseño de estructuras populares se afianza la representación parlamentaria para garantizar políticas de interés general, la relación se aclarará y el perfil institucional a diferentes niveles constituirá el refuerzo necesario para la autoorganización popular. Justo aquí habremos tomado la mejor disposición para avanzar hacia el éxito en la confrontación con los ataques de la troika que surgirán como reacción a la recuperación de soberanía.

El próximo 24 de mayo comienzan a tomar forma los planteamientos gestados por las mayorías sociales que, hace años, decidieron reclamar otra manera de organizarse; mayorías que, por fin, cuestionan la sacralización de las esferas políticas representativas de una minoría; mayorías que, con alegría y a través del tamiz de la razón, introducen en el imaginario social la idea de que las personas que nos representan han de ser y comportarse como parte de la ciudadanía común, una ciudadanía que debate, decide y avanza desde abajo.

Podemos constituye el único mazo capaz de resquebrajar la zona de confort del bipartidismo. La fuerza que recibiremos con la entrada en las instituciones el próximo 24 de mayo será un elemento más que dotará a las clases populares de referencia y garantías para ese tipo de funcionamiento cuya principal herramienta se encuentre en la hegemonía de los círculos. Y nunca perdamos de vista que esta herramienta necesitará la suma de todas y todos. Solo así, el próximo gobierno de mayoría social encontrará respaldo a la hora de aplicar las políticas de ruptura. Solo así resistiremos los contraataques de las partes interesadas en el recambio y no en el cambio.

La representación institucional y la consolidación de una militancia activa en los círculos han de complementarse y entenderse, recibir refuerzo mutuo con el objetivo de evitar la cronificación de un aparato burocrático que nos abocaría al error fatal de separar a la gente de quienes entran en los parlamentos, en cuyo caso, no solo habríamos acabado jugando en su terreno sino que habríamos permitido que nos arrastraran a jugar su propio juego.

Esta autoorganización imprescindible, que proyecte una representación elegida desde abajo, solo puede comprenderse en la conexión inseparable entre lo social y lo político. El próximo 24 de mayo daremos otro paso de gigante hacia el cambio. El lunes, seguiremos construyendo poder popular.