Más allá de los resultados en número de concejales que otorgan encuestas como la publicada esta semana por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, los políticos que aspiran a conseguir representación en cualquiera de los 248 municipios zamoranos, pero sobre todo en las tres principales ciudades de la provincia, deberían centrar su atención en un dato preocupante y revelador: son los más jóvenes, de entre 18 y 34 años, los que se muestran más descontentos con la gestión de sus munícipes. Así puede comprobarse en el sondeo realizado por la empresa Ipsos para LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA.

La reflexión sobre el futuro de esos jóvenes, que a su vez significa el futuro de la provincia y con él el de los representantes de los partidos políticos que estos días piden el voto a los zamoranos, debería ser la prioridad en esta campaña electoral. Pero, parece evidente que el cortoplacismo sigue primando entre los intereses partidistas, distintos, siempre, de la auténtica concepción de la política.

En las elecciones del próximo domingo, 24 de mayo, votarán por primera vez 1.351 zamoranos que estrenarán ante las urnas su mayoría de edad. La juventud se ha convertido en Zamora en una especie en claro peligro de extinción, porque se corresponde, en gran medida, con el segmento de población que se ve obligado a emigrar en busca de trabajo. La cultura de que la oportunidad está "ahí fuera" se ha instalado peligrosamente en la mentalidad del zamorano medio. En uno de los reportajes dedicados a jóvenes emprendedores bajo el epígrafe "Yo me quedo en Zamora" que este periódico ofrece cada domingo, uno de sus protagonistas, al enumerar las trabas que había encontrado a la hora de desarrollar su iniciativa contaba entre ellas la oposición de su familia, que le animaba constantemente a marcharse de la provincia donde había nacido. Esa es una tónica general entre los habitantes de esta provincia. Han sido demasiados años en los que se han enfatizado debilidades en lugar de buscar rentabilidad a las potencialidades que también puede llegar a atesorar.

¿Cómo creer en el porvenir de tu tierra de origen si orientas a tus hijos, a tus nietos, desde bien temprano a buscarse la vida más allá de los límites provinciales? La pregunta podría tener una respuesta demasiado obvia: porque el primer objetivo de los padres es asegurar un futuro mejor a sus hijos. Y aquí, los padres y abuelos, que saben lo que es levantarse cada día para trabajar y contribuir con el fin de poder garantizarles una educación y la mejor formación posible, no ven clara esa posibilidad de mejora.

Una de las funciones atribuidas a quienes ejercen la política como actividad profesional es la de agente de cambio. La responsabilidad directa de aquellos que, por mandato directo del pueblo, tienen el deber de velar por el bienestar de sus ciudadanos es procurar que se den las condiciones para que esas alternativas existan. Ahora, echemos un vistazo a los programas electorales de la mayoría de las formaciones políticas que concurren a las elecciones municipales del próximo domingo: la política de juventud apenas ocupa unas líneas generales, una declaración de intenciones, como mucho, planes alternativos de ocio y propuestas de actividades deportivas. No es que sea reprochable todo ello, lo lamentable es la falta de concreción de todas esas medidas. Esta vez, a la vista de los datos de la encuesta, son pocos los jóvenes que están dispuestos a apostar por un acto de fe.

Cada año, Zamora pierde una media de 2.000 habitantes en una tendencia imparable. La pirámide demográfica se estrecha por abajo tanto que se tambalea. Si la juventud está en peligro de extinción, qué decir del descenso alarmante de los nacimientos. Sin incentivos claros a la natalidad, salarios a la baja, precariedad en el empleo y con la conciliación familiar convertida en una quimera, tener un hijo en Zamora podría compararse hoy con un acto de heroicidad. Sobre todo si los padres residen en un núcleo rural.

Son necesarias medidas urgentes y concretas, planes a largo plazo, más allá de las típicas subvenciones. Los políticos deben mirar hacia la Universidad, sentirse partícipes y cómplices de los valiosos proyectos de innovación que se ponen en marcha en el campus; trabajar por ampliarlos y vincularlos directamente a la creación de empleo aquí, en Zamora. La Universidad tiene que integrarse y contagiar de su espíritu renovador a una población que expresa su conformismo con ese: "Hijo, tú mejor vete fuera". Y los políticos trabajar para que el derecho a la educación no sea un lujo inalcanzable por su carestía, premiar el talento, potenciar programas que rescaten a los jóvenes que, a causa del impacto de la crisis en sus casas o por cualquier otra causa, se hallen en riesgo de exclusión social.

Hablamos de jóvenes, sí, pero siempre aprovechando la experiencia de los más mayores, ese colectivo sabio que trabajó con esfuerzo con la esperanza de que dos o tres generaciones más tarde determinados escenarios que hoy se repiten, tristemente, serían cosa del pasado. Los políticos que se precien de serlo habrán de empeñarse en darle la vuelta a la socarrona y triste conclusión del consejo de sabios de la solana de Santiago del Burgo, ese grupo de mayores sentados a las puertas de la iglesia románica que en estas mismas páginas se despachaban sobre la Zamora de los próximos años con una frase dolorosamente elocuente: "Esto no lo arregla ni la autógena". El reto es, pues, soldar la brecha abierta. Porque el abismo que se esconde detrás es mucho más negro del futuro que pinta ese "senado popular" a quien tanto debemos.