Suele decirse que de las encuestas hay que quedarse, más que en los resultados, en las tendencias. Los propios encuestadores suelen curarse en salud señalando que una encuesta hace el retrato de un momento concreto y que el momento posterior de las elecciones ya no es el mismo. La clave, por tanto, es fijarse en las tendencias que señala un sondeo. Y en ese sentido la encuesta publicada por este diario, sobre posibles resultados en Zamora, Benavente y Toro, proporciona pistas muy claras. La primera y más obvia; el declive del PP no es una hipótesis. Incluso en una provincia envejecida como la nuestra, con un mayor núcleo de población en edades muy resistentes al cambio, la hemorragia de votos no hace más que ensancharse. Y todo indica que estamos en pleno proceso. Adiós a sus mayorías absolutas automáticas, pusiera a quien pusiera al frente. No parece que esta vez tenga garantizada ninguna de las primeras alcaldías de la provincia, a la luz de la encuesta, que incluso da por perdida la de Toro.

Pero tampoco hay que perder de vista la otra gran tendencia que certifica la encuesta: estamos en tiempos de cambio. Los partidos de siempre ya no se bastan para encauzar la inquietud de la gente. Y emergen otras fuerzas. Se adivinan corporaciones locales, autonomías y a final de año, Parlamento nacional, más variados, con el poder más repartido, con necesidad casi segura de que los elegidos hablen, negocien y se entiendan. Los tiempos de Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me como) van a quedar atrás, siquiera por un tiempo. El hartazgo por la estafa colectiva que estamos viviendo se palpa en las calles, en los barrios, en cualquier tasca en la que trabes conversación.

Ante estas tendencias, el dilema de los electores que no quieren saber nada del PP, que huyen de él y a quienes espanta que vuelvan a gobernar, es qué votar o cómo dar más eficacia a su voto, ya que como siempre en situaciones de cambio el río revuelto se ha llenado de pescadores. Y no da lo mismo, ni mucho menos, votar a A, que a B o C. Todos los que no son el partido azul proponen cambio y aseguran que arreglarán lo que nos está pasando. Les sugiero por ello que se fijen en algo más que la palabra cambio: fíjense si también implican transformación, si se ve algo de eso en sus palabras, sus programas o en lo que piensan en hacer. Es posible cambiar todo y a todos, sin que cambie lo sustancial: los ricos cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres. O hay medidas para luchar contra la creciente y brutal desigualdad o el cambio que nos "vendan" será cosmético e insustancial.

Con esa "brújula", mediten qué partido merece gobernar su ciudad o municipio y voten a quienes, además de cambio, garanticen transformación. Voten a quienes den prioridad a la lucha contra la desigualdad. Y hagan eso mismo en las elecciones autonómicas, que son tan importantes o más. Pero aquí sin perder de vista que solo cuatro partidos de la docena larga que se ofrecen en esta provincia pueden obtener representación. Votar a un partido que no sacará nada (porque nunca lo ha sacado, porque las encuestas lo dicen, porque carece de capacidad para sumar tantos miles y miles de apoyos) es tirar el voto. Y ese voto puede ser el que haga perder la mayoría al PP de Castilla y León. La situación es demasiado extrema como para desperdiciarlo. Si le gusta lo que hay ahora, la forma en que va Castilla y León, adelante: vote PP o vote a esas otras dos fuerzas que no cambiarán nada sustancial. Pero si cree que esto no puede seguir así y se impone el cambio con transformación, vote Podemos. En las Autonómicas no hay más opciones reales. Ni hay forma mejor de iniciar la durísima y larga tarea de reconstrucción social que nos espera, para volver a poner en pie a esta depauperada comunidad.