Zamora está a punto de conseguir la primera distinción de la Unesco a su riqueza medioambiental. Superados los obstáculos del comité científico, todo parece indicar que, a partir de este verano, el proyecto Meseta Ibérica será considerado Reserva de la Biosfera. La zona a declarar, a caballo entre Castilla y León y Portugal, está integrada por un vasto territorio de más de un millón y medio de hectáreas a ambos lados de la Raya.

La provincia zamorana aporta al proyecto sus dos emblemáticos parques naturales, Los Arribes y el Lago de Sanabria, además de espacios protegidos como las lagunas de Villafáfila o la Reserva de la Culebra, integrados también en la Red Natura 2000. Todos ellos cuentan ya con un grado de protección que implica limitaciones según marcan normativas nacionales y de la Junta de Castilla y León. Con Meseta Ibérica, comarcas como Aliste, Tábara y Alba, quedarán por completo bajo su amparo. Zamora, con 79 municipios del centenar aproximado implicado en la iniciativa por parte de la región castellanoleonesa, será la provincia en la que tendrá mayor repercusión la nueva categoría que pretende asentar, desde el respeto a la biodiversidad, la relación entre el hombre y la naturaleza.

La declaración, en sí, no acarreará para los habitantes de esas zonas ninguna otra obligación distinta a las observadas hasta ahora. A partir de la nueva figura de conservación, todas las actuaciones deberán ser articuladas en el plan de gestión que tendrá que ponerse en marcha de forma obligatoria para velar por aspectos que ya venían regulándose anteriormente, como la depuración de aguas, la prohibición de actividades incompatibles con el estatus de reserva o la prevención de incendios.

El proyecto ha sido saludado desde los pueblos zamoranos como una oportunidad clara de desarrollo. El respaldo ha superado el 90%, por encima de los apoyos cosechados en la vecina Salamanca, que ya cuenta con zonas declaradas como la Sierra de Francia. La aceptación mayoritaria demuestra la confianza de los habitantes de los pueblos zamoranos en encontrar alternativas contra la despoblación y la escasez de recursos económicos que diezman su futuro. Aunque aún puedan existir algunas dudas sobre lo que realmente significa esa figura de protección que debería aprobar la Unesco en el mes de junio, las experiencias de otros territorios declarados anteriormente Reserva de la Biosfera invitan a pensar en más beneficios que en nuevas restricciones, ya que la filosofía pretende, en todo momento compatibilizar medio natural y actividad humana.

La gestión de los territorios que cuentan ya con la distinción del organismo de las Naciones Unidas ha permitido mejorar la protección del agua y del suelo como recursos básicos, se ha revalorizado la producción local, lo que se ha traducido en un aumento de puestos de trabajo sobre un modelo económico más diversificado y estable. En definitiva, se han puesto las bases para garantizar la pervivencia de los modos de vida en el medio rural para las generaciones actuales y próximas.

Las zonas declaradas Reserva de la Biosfera por la Unesco tienen acceso a fondos europeos, en particular a los asignados al programa Hombre y Biosfera, en busca de un desarrollo sostenible y el mantenimiento del medio natural. Por tanto, la utilidad de esos fondos y la propia rentabilidad de figurar como Reserva de la Biosfera estarán sujetas al uso adecuado por parte de los futuros responsables de la gestión de los espacios. Zamora también aspira a tener responsabilidad directa en el órgano gestor a través del grupo transfronterizo Zasnet, lo que obligará a ser aún más cuidadoso en la aplicación de futuras políticas e inversiones.

La más que probable decisión de la Unesco hace concebir perspectivas halagüeñas en el turismo, en la producción agroalimentaria, que contará con un sello de calidad adicional y en la colaboración internacional para la puesta en marcha de iniciativas de desarrollo social y de conservación. Hay ejemplos reales de lo que se querría conseguir en Zamora: Sierra Nevada, en Andalucía, ha frenado el declive de la población y el envejecimiento, como consecuencia directa de una mayor dinamización económica.

Las previsiones son optimistas y, de cumplirse, Zamora formará parte de esa lista de "elegidos" cuyas únicas obligaciones son las que dicta el sentido común además de la legislación vigente: procurar la conservación de aquello que contribuye a crear calidad de vida, velar por la pureza de bienes básicos como el aire o el agua. Los fondos que puedan captarse deberán destinarse a la preservación del ecosistema con el hombre como protagonista necesario para su pervivencia. El objetivo último es algo por lo que Zamora lleva luchando décadas: el equilibrio de la relación entre naturaleza y el ser humano. Muchas veces se ha señalado la ausencia de rentabilidad visible para los habitantes de los pueblos como la causa de acciones detestables tales como la proliferación de incendios provocados. Esta es una oportunidad, además, para invertir esa óptica miope: si los pueblos entienden que en ese equilibrio radica su futuro, habremos encontrado nuevas vías para evitar que las sociedades rurales acaben desapareciendo con la marcha de sus habitantes.