La dimisión de Juan Carlos Monedero de la cúpula de Podemos, que no su abandono del partido como torticeramente algunos han querido dar a entender, tampoco sorprende demasiado después de las largas tensiones originadas por sus desvelados problemas con Hacienda y el uso que de tales cuestiones se ha hecho para apuntalar la tremenda campaña contra la joven formación de Pablo Iglesias que se ha llevado a cabo no solo por el partido en el poder, aunque sea el que dispone de más y más duros recursos para ello, sino por otros, como el PSOE, que ha visto por el momento en Podemos la hecatombe y casi la desaparición del alicaído grupo socialista, que parece rearmarse últimamente, pese a todo.

Pero si puede entenderse la dimisión, que seguramente es lo mejor que ha podido hacer Monedero en beneficio del espíritu de Podemos, ya resultan más chocantes sus acerbas críticas contra aspectos del partido que ha contribuido a formar. Aunque algunas de sus declaraciones, como esa de que están corriendo el riesgo de parecerse en sus comportamientos a la casta que quieren sustituir, sean más que reveladoras de la situación que puede producirse o se empieza a producir ya en el seno de un partido que acusa en los últimos meses evidentes signos de debilidad, debido a diversas razones, entre otras lo abigarrado de sus seguidores y afiliados, su ambigüedad y carencia de programas concretos, y el error de querer sobrevolar las elecciones municipales y autonómicas para volcarse solo en las generales. Porque entonces puede que su tiempo de gloria haya pasado y que sea ya demasiado tarde.

Si en los más recientes sondeos de Metroscopia, considerada la consulta más fiable, Podemos tocaba techo, manteniéndose líder, por encima de PP y PSOE, la última encuesta conocida, a la espera de las que lleguen estos próximos días, la de la cadena SER, siempre propensa a mirar hacia la izquierda con buenos ojos, ofrece un vuelco espectacular, pasando los de Pablo Iglesias, del primer al cuarto lugar, a doce puntos del PP, y muy por debajo igualmente de Ciudadanos, estos casi empatados con Rajoy y los suyos. Por algo será, por algo tiene que ser, es claro, y entonces aún no se había ido Monedero. Los excesos de confianza se pagan siempre, en todos los órdenes de la vida y puede que Podemos no haya medido bien sus fuerzas y posibilidades, o sencillamente que no contaba con el auge de Albert Rivera como depositario predilecto del masivo voto de castigo a las fuerzas del bipartidismo.

El no presentarse con su marca a las municipales y confiar solo en la misma para las autonómicas puede costarle un alto precio a Podemos. Son decisiones equivocadas pues cuando se está en la cresta de la ola hay que aprovechar ese impulso para generar nuevas dinámicas y no apretar la tecla de pausa innecesaria y contraproducente en este país pendular que tan pronto ama como aborrece. Ha perdido actualidad Podemos, y eso será un "handicap" para ellos. El haberse colocado bien y tener presencia en las instituciones más cercanas hubiese mantenido a los de Pablo Iglesias en el candelero, y no por disensiones o dimisiones. Puede ser la gran oportunidad perdida. En Zamora, sin ir más lejos.