Por desgracia, la destrucción del patrimonio arquitectónico no es algo del pasado. Se está produciendo también en la actualidad con aquellos inmuebles que todavía no han sido asumidos por la sociedad como parte de su patrimonio cultural. Así, Zamora ha perdido en tiempos recientes, por citar tan solo algunos casos, un chalé modernista en La Marina o la antigua casa sindical en la avenida de Requejo, un edificio emparentado estilísticamente con la arquitectura fascista italiana de Entreguerras; ambos convertidos hoy en dos bonitos solares.

Ahora la amenaza se cierne sobre la capilla del Hospital Provincial. Agresión, si cabe, aún más flagrante, pues no obedece a la especulación inmobiliaria, sino a la falta de sensibilidad de la propia Administración, en este caso la autonómica (Sacyl), hacia su patrimonio arquitectónico.

Remontémonos un poco en el tiempo. La construcción del actual hospital provincial de Zamora obedece a la expansión de la sanidad que conllevó el boom económico de los años 60. En 1962 se promulgó la primera ley de hospitales de nuestro país, que transformó la estructura asistencial de un sistema benéfico a otro de corte moderno. Esta ley impulsó la construcción de más de cincuenta complejos sanitarios, cuyo modelo tipológico fue la residencia sanitaria La Paz (Madrid).

La capilla que ahora se pretende demoler es, sin duda, la parte más interesante del conjunto hospitalario zamorano. Presenta un escalonamiento de los volúmenes, tanto en planta como en alzado, que contrasta con los severos volúmenes cúbicos del edificio de hospitalización y del cuerpo de acceso (por cierto, adornado con un interesante mural de Antonio Pedrero que también ha de preservarse). Los proyectistas (Dacio Pinilla, Antonio Viloria y Julián Gutiérrez) aprovecharon este escalonamiento para abrir lucernarios que confieren al interior una sugerente iluminación. Todo ello recuerda el modo de hacer de Miguel Fisac, reconocido arquitecto de la época. El inmueble ya sufrió una primera agresión hace pocos años con la construcción de un prefabricado edificio para cocinas, que ha supuesto la alteración radical de su entorno.

El templo amenazado es ejemplo de la renovación que experimentó la arquitectura española desde finales de los años 50. Compárese, sin ir más lejos, con la vecina capilla del hospicio, diseñada en los años 40 con criterios historicistas.

La capilla del Hospital es obra excelente de una etapa, la del desarrollismo, que fue pródiga en construcción, pero no tanto en calidad. Su desaparición constituiría un sustancial empobrecimiento del acervo edilicio de nuestra ciudad. Téngase en cuenta que la influencia de este edificio es visible, por ejemplo, en el cercano templo parroquial de San Lorenzo, obra de Ángel Casaseca de finales de los años 70. Por sus valores arquitectónicos merece ser conservada e integrada en el nuevo conjunto que se está construyendo. De lo contrario, habrá que plantearse en las próximas elecciones otorgar el voto a las fuerzas políticas que demuestren mayor respeto hacia la cultura y no a aquellas que hagan gala de su ignorancia.