No es lo mismo meterse entre pecho y espalda un bocadillo de jamón de Jabugo que un bocata de sardinas -de esas de oferta- como tampoco usar ropa de marca que otra comprada en "los chinos", ni tener un coche de más de diez años que uno recién estrenado. Pero para algunos parece que es lo mismo. Quizás sea por aquello de que pertenecen al grupo de los que comen siempre jamón de gourmet, visten de marca y circulan con coches lujosos de última generación.

Basándose en ese peculiar criterio de igualdad -el de que las sardinas son iguales que el jamón- hay quienes presentan las cuentas del "Gran Capitán" sobre la gestión realizada por el Gobierno. Los trompeteros anuncian que ha aumentado el número de puestos de trabajo, pero omiten que haya sido a costa de rebajar los salarios, reducir el periodo de duración ¡ de los contratos y empeorar su precariedad. La prueba del nueve para la comprobación es muy sencilla: tómese el número de puestos de trabajo al comienzo de la legislatura, multiplíquese por el salario medio en aquel momento, y se obtendrán los ingresos totales de los trabajadores. Repítase la operación tomando los datos actuales, y podrá comprobarse que las mejoras pregonadas, a bombo y platillo, son difíciles de encontrar. De manera que no ha habido milagros, ni decisiones estratégicas, como por ejemplo haber potenciado las inversiones en I+D+i, sino que se ha quitado dinero a los unos para tapar pequeños agujeros de los otros. Tampoco se han aplicado criterios de proporcionalidad en la recaudación de impuestos, ya que los ricos siguen escaqueándose con las sicavs (sociedades que solo pagan el 1% por rendimientos y plusvalías, apoyándose en cien socios de paja, con mariachi incluido) mientras los pobres continúan contribuyendo religiosamente hasta el céntimo. No se ha incentivado la contratación de nuevos trabajadores, limitándose a aplicar una pseudoprotección a los desempleados. De manera que, poco a poco, la situación nos ha ido llevando a comer bocadillos de sardinas en lata, de esas de saldo, haciéndonos olvidar aquellos otros de jamón, fueran o no de Jabugo.

No se están oyendo, en las propagandas de los distintos partidos, voces que pregonen planes nuevos que ofrezcan suficiente credibilidad, por mucho que algunos canten con los nardos "apoyaos" en la cadera, como en "Las Leandras" del maestro Alonso. Y lo peor es que eso de ofrecer planes imposibles de llevar a efecto, lo que facilita es que los de siempre se froten las manos, y ganen tiempo para ocultar, entre el magma de datos macroeconómicos, las carencias que padece el país.

Es que no se trata de hacer fuegos de artificio cambiando caras, sino cerebros, porque tanto da tener treintañeros dirigiendo el país que gente en edad de jubilación, si unos y otros no llegan a ser capaces de hacer fluir conceptos que hagan posible el advenimiento de nuevas ideas posibles de llevar a efecto. No se trata de contratar al mago Merlín para dirigir la campaña electoral, sino de contar con cabezas pensantes que apliquen el sentido común, fijándose en los intereses comunitarios en detrimento de los oscuros intereses que pudieran esconderse tras los parapetos de quienes les financian desde la retaguardia.