La conservación del patrimonio en Zamora ha requerido años de concienciación ciudadana y también de las instituciones encargadas de velar por su mantenimiento, pero la labor está lejos de haber concluido. Así lo demuestra la amenaza de derribo que pesa sobre la capilla del Hospital Provincial, una construcción singular y exponente único de la arquitectura religiosa de los años 60 en la ciudad.

Si alguien propusiera hoy el derribo de las murallas, en las que la piqueta actuó sin piedad hasta bien entrado el siglo XX, todos nos llevaríamos las manos a la cabeza. Tampoco hubo dudas sobre los excesos cometidos en las aceñas de Cabañales, construcciones del siglo XVI propuestas en 2002 para una recuperación que acabó en reconstrucción en medio de una agria polémica en la que la sociedad mostró su sensibilidad en defensa del mantenimiento de los molinos junto al Duero, ejemplo de la industria floreciente que, tiempo atrás, se asentó en las orillas del río.

Pero la conservación de edificios no debe ceñirse a una cuestión meramente temporal. El paso de los años revaloriza determinadas construcciones, pero son otros muchos elementos los que deben conjugarse para protegerlos de derribos arbitrarios. En la ciudad existen muchos ejemplos de otros tipos de arquitectura, del románico al modernismo, el movimiento moderno, ecléctico o la vanguardia más reciente, que figuran en los libros de especialistas y que, en muchos casos, poseen valor reconocido oficialmente a través de los distintos grados de protección que otorgan los planes del casco histórico o de Ordenación Urbanística.

La capilla del Hospital Provincial carece de cualquier protección oficial. Pese a que los expertos reconocen los valores arquitectónicos de la construcción religiosa, su destino ha acabado ligado al del propio recinto sanitario cuya demolición se avecina a medida que va construyéndose el inmueble que lo sustituye. Y a esta situación se ha llegado por una pésima coordinación de las instituciones responsables. La Junta de Castilla y León, la misma que promueve las obras del nuevo Hospital, recomendó años atrás al Ayuntamiento de Zamora que incluyera en el catálogo de edificios protegidos una serie de inmuebles, entre ellos la capilla en cuestión. El Ayuntamiento aplicó la recomendación, aunque no a toda la lista que benefició, por ejemplo, al antiguo Banco de España destinado ahora a nuevo cuartel de Policía Municipal. A pesar de ello, en la licencia de obra municipal para el Hospital Provincial se recomienda expresamente el mantenimiento de dicha capilla, recomendación que finalmente no tuvo en cuenta la dirección de obra. En resumen, todo un ejercicio de esquizofrenia burocrática.

La piqueta vuelve a asomar como amenaza para la estupefacción de la ciudadanía, entre la que alzan sus voces arquitectos e historiadores que han iniciado una recogida de firmas en las redes sociales para intentar paralizar lo que parece inevitable.

La capilla fue proyectada por tres de los principales arquitectos zamoranos cuya aportación al urbanismo de la ciudad nadie discute: Julián Gutiérrez de la Cuesta, Antonio Viloria y Dacio Pinilla. La primera piedra, tal y como figura en una placa del presbiterio, se colocó en octubre de 1966. Su tipología y materiales corresponden plenamente a una época en la que se produce una separación clara entre el concepto artístico y la arquitectura funcional. Una consecuencia de la evolución de la sociedad y de la propia Iglesia. Igual que los arquitectos se deciden por el empleo de materiales más cotidianos, en este caso, el hormigón y el ladrillo, la Iglesia post Concilio Vaticano II apuesta por espacios alejados de la grandiosidad de las catedrales para celebrar los cultos.

La construcción es, por tanto, testigo de un periodo histórico determinado, asociado al propio desarrollo urbanístico y social de Zamora. Habrá quien justifique la desaparición de la capilla como prueba, precisamente, de que el urbanismo consiste en eso, en un paisaje que evoluciona por la intervención directa del hombre. Y que lo importante es que el elemento que sustituya a una estructura anterior añada algo a lo preexistente. En el caso de la capital zamorana podría citarse el Mercado de Abastos, exponente reconocido y catalogado de la nueva arquitectura alumbrada al inicio del siglo XX por Segundo Viloria, construido sobre la iglesia de San Salvador de la Vid. La capilla del Hospital Provincial será sustituida por 15 plazas de aparcamiento, que se sumarán a las 130 ya existentes.

Por si hicieran falta más razones, hablamos de un barrio, Los Bloques necesitado de dotaciones comunitarias. La capilla, así como el conjunto de viviendas que también está condenado por el proyecto, se encuentra en perfectas condiciones, no necesita caras inversiones de remodelación o mantenimiento. Se encuentra al lado del Conservatorio de Música, que ocupa otras instalaciones infrautilizadas, las del antiguo orfanato de El Tránsito. De aplicarse el principio de racionalidad de costes tampoco el derribo debería ser la opción prioritaria.

Sí es cierto, como observa la Delegación Territorial de la Junta, que el plazo de exposición pública concluyó sin alegaciones y que colectivos como el Colegio de Arquitectos no ha reaccionado con la misma contundencia que lo hizo en anteriores controversias urbanísticas. Pero también es verdad que es la propia Administración la que se está contradiciendo a sí misma al proponer, primero, la protección de la capilla y apostar, al final, por el derribo. Que no se presentaran alegaciones nunca puede ser obstáculo para que una institución responsable con sus políticas de patrimonio reaccione a tiempo y ajuste su criterio a lo que la sociedad y la razón demandan.