Mira, querido Nico. Haz el favor de mirar a tu alrededor y dime: ¿qué ves? -No veo nada especial. No te entiendo. No sé a qué te refieres.

-Es fácil lo que te pido. Solo quiero que eches un vistazo a tu alrededor. Piensa un momento en lo que has visto y en lo que ves y ahora me dices si hay algo nuevo en tu entorno.

-Siento decirte que sigo sin ver nada especial. Ni siquiera veo nada distinto a lo habitual. Más aún, si te pones tan exigente, he de decirte que veo menos que antes.

-Eso es lo preocupante. Que a pesar de lo que ha ocurrido en estos días, seguimos sin ver, o que cada vez vemos menos.

-Bueno, si te refieres a eso, he visto mucha gente en Zamora en estos días atrás. Pero mucha, mucha. Es que la semana de pasión zamorana atrae a mucha gente a nuestras calles para contemplar la estética de nuestras procesiones. Pero ya se sabe. Acabada la Semana Santa, todo vuelve a su sitio.

-¡Qué triste, verdad! Resulta que me da la impresión de que la semana de pasión parece semana de gloria y las cincuenta y una restantes, parecen un Viernes Santo constante. Calles vacías, silencios prolongados, futuros recortados, despoblación, desesperanza?

-¡Anda! Y ¿no debería ser así? Ya estamos acostumbrados?

-Me niego a acostumbrarme, Nico. En medio ha pasado algo increíble. Aún recuerdo esos textos de hombres temerosos y ocultos que tras la experiencia del encuentro con el Resucitado salen de la zona de confort y convertidos dan la cara por una humanidad que se encamine hacia el Reino de Dios.

-¿Te refieres a los textos del Nuevo Testamento?

-No, Nico. Me refiero a la vida de los hombres que transformados por la presencia del Cristo Resucitado se comprometen con los otros hombres, con su tierra y con la Iglesia. Los mismos que antes llenaban los templos para celebrar la alegría de la Pascua, aunque me apena que su única alegría sea ahora sacar a un crucificado a hombros por las calles de la ciudad, dejando los templos solitarios y vacíos. Cargar siempre con la cruz no tiene mucho sentido. Parece que apuestan por vivir en un luto permanente. De verdad, querido Nico, prefiero a los prohombres que viven desde el Otro para comprometerse con los otros. Los que celebran, los que ríen, los que no mantienen el rostro avinagrado, porque han experimentado en su interior el encuentro con el resucitado, el amor.