Las reformas educativas del Gobierno del PP han convertido el camino del hijo del obrero para ir a la Universidad a estudiar una carrera, en una verdadera carrera, sí, pero de obstáculos.

Para empezar, porque ya no quedan apenas obreros tal y como se entendían, o sea, trabajadores manuales con sueldo fijo; sino que las otras reformas, las laborales, los han transformado en trabajadores precarios o parados, sin derechos, al borde de la exclusión social y la pobreza. Y eso afecta a la educación de sus hijos.

Hijos que tienen que superar las barreras que les ponen desde la educación infantil de 0 a 3 años, hasta el 3+2 de los estudios superiores, que supone cientos y miles de hijos de obreros a los que se acaba echando de la Universidad.

La salida de la carrera ya empieza con desventajas. El hijo del obrero no tiene garantizada la Educación Infantil desde que nace porque no es gratis para menores de tres años, o porque si es obrero del campo, no hay escuelas en su pueblo.

Al llegar a Primaria la carrera se va igualando, pero en zona rural se añaden kilómetros de autobús antes de llegar a clase, no hay extraescolares y, sobre todo ahora que para seguir estudiando y para trabajar hay que saber idiomas, el bilingüismo es un programa "estrella" del que se presume mucho pero no llega a todos. Pese a la corta edad, pasan dos reválidas, de momento "diagnósticas", innecesarias porque sus maestros ya les han evaluado todos los días, y solo sirven para poner nerviosos a alumnos e indignar a los profes.

Cuando el hijo del obrero llega a Secundaria, los kilómetros de autobús antes de clase aumentan a medida que se alejan los institutos de casa. A los dos años, si hay alguna dificultad en la carrera, se les orienta para que sigan los pasos de su padre hacia la Formación Profesional y acaben siendo obreros. A los que siguen en la carrera no les basta con llegar a la meta, sino que tienen que volver a revalidar los conocimientos adquiridos en el camino con una sola prueba, determinante para poder alcanzar la etapa siguiente.

¡Aprobado el Bachillerato!, por fin cerca de la Universidad, y con algún hijo del obrero que, desde el camino temprano hacia la FP ha superado dos pruebas de acceso a la Media y Superior, aún tienen que superar otra reválida de lo estudiado, sabido y aprobado.

¡Llega el hijo del obrero a la puerta de la Universidad! Pero la entrada no es libre, sino que hay que superar la prueba que cada institución considere para dejarle entrar.

Hasta entonces, el hijo y la hija del obrero solo tenían que estudiar, porque las enseñanzas en los centros públicos eran casi gratis (había que pagar libros y materiales), y les bastaba con ser "listicos", hijo, y tener el apoyo familiar "para ser algo más que tus padres en la vida".

Y cuando está llegando al final, con todo aprobado, desde el pueblo donde no pudo ser bilingüe, madrugando para ir al instituto, superando ni se sabe ya cuántas reválidas, con los ahorros suficientes para pagarse un Grado Universitario? el ministro Wert le vuelve a cambiar las normas para que los tres primeros años, que son más baratos, sean estudios tan generalistas que no sirvan para encontrar trabajo, y necesite hacer un máster de especialización de dos años a precio inasumible para el hijo del obrero.

Que no podrá ser abogado, periodista, maestro, ingeniero, enfermero? sino obrero como su padre. Como su madre.

Un obrero que un día hizo huelga para que su hijo y su hija fueran a la Universidad.

Como la están haciendo este curso estudiantes hijos de obreros, que han aprendido de sus padres a luchar por sus derechos: "Obreros y estudiantes, unidos y adelante".