Lo bordaron las encuestas en Andalucía, ensayo general y primera y valiosa referencia de cara a las próximas citas electorales. Porque los sondeos en lo que no se suelen equivocar nunca es en señalar las tendencias del voto, aunque no acierten en los resultados concretos. Así se acaba de confirmar, con todos los pronósticos cumplidos y perfilando ya el nuevo mapa político que se avecina.

Pocas o ninguna duda cabe ya acerca de que, aunque no sean exactamente extrapolables, las elecciones regionales andaluzas son la confirmación de que la lucha por el poder y su reparto va a estar entre las cuatro fuerzas nacionales señaladas por los sondeos: los restos de PP y PSOE defendiendo el bipartidismo con uñas y dientes, y los dos nuevos partidos: Podemos y Ciudadanos disputándoles la hegemonía de la que populares y socialistas han abusado miserablemente durante décadas. Así ha sido en Andalucía, un primer paso significativo que perfila ya, igual que ocurriera en los comicios europeos del año pasado, el comienzo del fin para los dos grandes grupos: si PSOE y PP obtuvieron en las últimas elecciones autonómicas de Andalucía el 80 por ciento de los votos, esta vez han bajado al 60 por ciento, lo que resulta bien ilustrativo, con caída de ambos partidos.

Que el PSOE resultaría imbatible en aquella comunidad, bastión ideológico y social de la izquierda, y donde siempre han gobernado ya se sabía y se esperaba. Aun así, han perdido cuatro puntos. Pero es que el PP, en caída libre, ha visto cómo perdía 14 puntos y le desaparecían medio millón de votantes, lo que ha significado 17 escaños menos. Cierto que los dos grandes partidos han seguido siendo los primeros, los más votados, pero Andalucía ha sido también la constatación de que Podemos y Ciudadanos son algo más que voluntarismo, son el refugio de un electorado que castiga de manera implacable a los grandes partidos tradicionales y deposita ilusiones y esperanzas en nuevas opciones a las que se va a dar una oportunidad para que hagan realidad el deseo generalizado de cambio. Y dentro del capítulo de los partidos tradicionales cabe incluir a IU, borrada por la formación de Pablo Iglesias y que ha quedado con solo cinco representantes en el parlamento regional.

Aunque le faltan ocho escaños para la mayoría absoluta se entiende que el PSOE de Susana Díaz no tendrá dificultades mayores para gobernar. Con el apoyo puntual de los nueve escaños de centro de Ciudadanos o incluso con Podemos. Con sus quince representes, la nueva formación obtiene un sólido respaldo y cumple las expectativas presentes y de futuro inmediato. No ha habido lugar, sin embargo, para UPyD, de Rosa Díez, que parece que se despega definitivamente ante el empuje de Albert Rivera, ni para la derecha de Vox que no acaba de encontrar su sitio.

El ensayo general de Andalucía será luego la función a representar, con los mismos protagonistas principales, pero en orden final muy distinto al de ahora y con todas las posibilidades abiertas. En mayo, las municipales y autonómicas definirán más lo que después pueda ocurrir en las elecciones generales.