Desaparecida la puerta de la muralla de Santa Clara, la ciudad a principios del siglo XX se empezó a expandir en una zona alrededor de la carretera de la Estación hasta el barrio de Doña Candelaria, con pequeños conjuntos de viviendas en bloques exentos de tres o cuatro alturas, que no llegaban a cuajar los espacios de parcela y que conservaban su origen rústico. Estas parcelas, algunas con edificación, se denominaban "josas". Los bloques de vivienda podían ser unifamiliares o plurifamiliares, con acceso común, una tipología digna de estudio que reflejaba el carácter peculiar de la familia burguesa zamorana, en que la familia quedaba integrada en una especie tribal, todos juntos pero no revueltos. Algunas josas, las trasformadas y más modernas, han llegado a contener grandes bloques de seis alturas, pero ya con inversiones de pisos para alquilar, como los que siguen manteniéndose actualmente en la antigua Avenida de Requejo.

Todas eran de una arquitectura que podríamos denominar como "regionalista crítica", pues no se podía decir que intentasen interpretar un falso pintoresquismo de imitación. Eran más bien versiones de un estilo modernista que contaban con detalles rústicos que parecían recordarnos que estábamos en una josa, y por eso su edificación podía contar con torrecillas, molduración en jambas, ventanas en tribuna y tejados con cornisas más propios de un paisaje montañoso, y cuyas fachadas se adornaban con lazos en relieve y azulejos de color azul o de vidriados ambarinos.

Estas arquitecturas en su mayor parte desaparecieron, porque estaban pensadas para recreo, no para la explotación de su suelo, así que macizar la parcela con nueva edificación se convirtió en una tentación irresistible. Una fuente de plusvalías, ya que sus propietarios nunca habían pensado en que la vieja josa, destinada al recreo de las familias, merendar y bañarse en la "buchina", terminase siendo la inversión más productiva de su vida. Como las josas eran de las más diversas formas y tamaños y se ahorraron las reparcelaciones para homogeneizar su forma, se derivaron distintas soluciones para resolver los problemas de contigüedad de las edificaciones. Fue el pago que hubo que pagar para contentar a todos, al que quería meter un bloque de seis alturas en todo el frente de parcela, y al que quería conservar el chalé de los abuelos. Y así el resultado está a la vista. Una mezcolanza de tipos de edificación residencial, en el sitio más "exclusivo" de la ciudad.

El Instituto Nacional de la Vivienda

Paralelamente a la desaparición de las josas, se produce la de una serie de chalés que convivían con otros edificios de carácter suburbial en el barrio de Doña Candelaria Ruiz del Árbol, "promotora benéfica" de viviendas para obreros, en la zona que estaba detrás de la trinchera de las vías del ferrocarril (entonces sin cubrir) hasta llegar a las últimas casas a orillas del río.

Existían también parcelas considerablemente mayores con casas que eran verdaderas mansiones: el chalé de los Ramos, que intentaba imitar las trazas propias de un castillo, la casa de doña Benita Peñalosa en la que una tropa de niños invadíamos su parque para hacer travesuras que no podíamos hacer en casa. Un chalé como el de la viuda de Cuesta era una mansión que estaba aislada en su finca de labor junto a la Avenida. La desaparición de estas edificaciones singulares fue un hecho lamentable pues pudieron haber tenido una segunda vida, como equipamientos, y su recuerdo queda ya solo como una de las glorias pasadas de la ciudad.

La operación urbanística que introduce un nuevo tipo de aprovechamiento para las parcelas de uso residencial va en paralelo con la integración de la parcela de la casa de Cuesta, con el fin de configurar una zona de parque, contando con el ya existente, y de tapar la trinchera del ferrocarril.

En esta operación interviene el Instituto Nacional de la Vivienda, yo creo que para demostrar "quién es quién" y el que más puede. La operación pecó de poco ambiciosa porque solo atendió a satisfacer las cuotas de las propiedades implicadas y a su aprovechamiento edificatorio. Faltaron las líneas maestras que configurasen su desarrollo futuro y haber establecido un eje que guiase la expansión del barrio hacia el río, con una avenida o bulevar que partiera del nuevo parque.