Con cierta sorpresa y, sobre todo, gran emoción y gratitud recibíamos, el pasado 22 de enero, la gozosa noticia que el papa Francisco había autorizado la promulgación del decreto de virtudes heroicas del siervo de Dios, Luis de Trelles y Noguerol, cuyos restos reposan en la Catedral de Zamora. Por ello, cuando sea publicado dicho decreto podrá ser tratado como venerable, siendo éste un paso decisivo en el proceso hacia su solicitada beatificación. Por lo cual, como obispo de esta Iglesia que guarda su cuerpo, he decidido escribir un breve semblante de la rica personalidad de este seglar español del siglo XIX, con la finalidad de contribuir a su conocimiento y reconocimiento.

La trayectoria personal de Luis Trelles está caracterizada por múltiples facetas entre las cuales quiero resaltar: su cualificada dedicación profesional a la abogacía, su implicación comprometida en la vida política, su firme adhesión a la fe católica centrada en el culto a la Eucaristía, y su generosa solidaridad a favor de los necesitados.

Luis de Trelles nació en Viveiro (Lugo) en 1819, en el seno de una familia profundamente católica. Realiza sus estudios primarios en un régimen de austeridad y disciplina que le marcará su personalidad. Sus excelentes cualidades intelectuales las despliega en Santiago de Compostela, en cuya Universidad cursará la carrera de Leyes. Graduándose de Bachiller a los 19 años, inmediatamente es designado profesor encargado de Derecho Civil, desarrollando allí una brillante labor como docente.

Al poco tiempo inicia su prolongada dedicación a la abogacía, que desarrollará con competente laboriosidad, llevando adelante la defensa exitosa de procesos judiciales con amplia repercusión pública, llegando a gozar de un notable prestigio. A esto se añade que desde que estableció su primer bufete asumió, por propia iniciativa, el encargo de abogado de los pobres. Esto le supuso que por abundantes procesos no recibió ninguna retribución, por la precaria economía de muchos de sus defendidos. Movido por sus ideales de establecer la justicia, la legalidad y la libertad, cuando se establece en Madrid, se implicará activamente en la política, llegando a ser elegido diputado, interviniendo personalmente en los debates del Congreso de los Diputados. En sus discursos parlamentarios defendió con viveza los ideales sociales ya referidos, se opuso a las actuaciones arbitrarias que limitaban los derechos de los ciudadanos, y se enfrentó a las disposiciones gubernamentales hostiles contra los principios cristianos. Aunque, por el solo hecho de haber sido diputado, sufrió la persecución y la prisión.

Como expresión de su afán por la instauración y extensión de la justicia ejercitó asidua y prolíficamente la colaboración en diversos periódicos, reflexionando sobre temas sociales, políticos y jurídicos de gran actualidad en su tiempo. Mostrando valentía al escribir criticando la censura de la prensa y defendiendo a la Iglesia Católica.

Luis de Trelles vive un proceso de consolidación y maduración espiritual como laico católico militante, que se verá reforzado a partir de la revolución social de 1868, cuando se sentirá defraudado en su compromiso político, y asumirá que el camino más útil para su anhelo de mejora de la sociedad se alcanzará principalmente por la oración. En el camino para llegar a esta decisión tendrá una gran influencia un viaje a París que le dio la oportunidad de conocer personalmente la Adoración Nocturna. Quedando tan impresionado por esta oración eucarística, que descubre que ha de consagrarse a su fundación y propagación en nuestro país. Antes de alcanzarlo pondrá gran interés en la extensión del culto a la Eucaristía, impulsando y creando diversas asociaciones eucarísticas. Por fin, en 1877 funda la Adoración Nocturna, que celebra su primera vigilia en Madrid con siete adoradores. A partir de ahora se entrega con entusiasmo a su difusión por toda España, estableciendo más de cien centros, a los cuales se dedicará con tal empeño que realizará múltiples viajes para su fundación y consolidación.

También sobresale en su trayectoria su viva sensibilidad social, como lo mostró fundando en su localidad natal las Conferencias de San Vicente Paúl, implicándose ya de por vida en el servicio asistencial a favor de los necesitados, impulsado por la caridad cristiana. Siendo el ejercicio más notable de esta virtud, aplicando también su gran cualificación jurídica, al implicarse activamente, durante el desarrollo de una contienda bélica, promoviendo el «Protocolo para la protección de los no combatientes», aceptado por los dos bandos. Y, sobre todo, a nivel práctico, llevando a cabo personalmente, con múltiples esfuerzos y dificultades, la labor de mediador de canjes, consiguiendo la liberación de más de 20.000 prisioneros de guerra y la integración en la vida civil.

Luis de Trelles comprendió su vida como un servicio creyente activo: «Somos soldados de Jesús Sacramentado; y solo debemos hacer lo que hace Jesucristo: pedir al Padre por todos, por la Iglesia, por la paz pública, por los pecados, por todos los hombres». Llevando adelante esta entrega con gran fortaleza, desbordando humildad, abnegación y sacrificio, convincente ante los otros, dialogante con todos, alegre y sereno, diligente en sus tareas, y destacando siempre por la paciencia y la perseverancia.

Consagrado por entero a su doble pasión: la defensa de la justicia como abogado y la propagación del culto a la Eucaristía, aunque ya cargado de años, visita el centro de adoradores fundado en Zamora. Aquí, en 1891 le llega la muerte, culminando su intenso itinerario personal. Por ello su cuerpo es sepultado en esta ciudad, y en el centenario de su fallecimiento es trasladado al templo catedralicio. En el Tribunal eclesiástico de esta Diócesis se desarrolló, a partir de 1994, el proceso o causa de su beatificación, que, una vez remitido a la Congregación para la Causa de los Santos en Roma, ha seguido adelante favorablemente hasta la reciente decisión pontificia.

A partir de ahora nos corresponde seguir esperando que, gracias a la intercesión de este venerable laico cristiano, ferviente adorador de Jesús Sacramentado y solidario eficazmente con muchos hombres necesitados, Dios realice un milagro a favor de una persona. Reconocido esto se posibilitará su inscripción como beato de la Iglesia. Por ello, acercarnos a Luis de Trelles supone, para la Diócesis y para toda Zamora, sentir el orgullo de tenerlo presente y la responsabilidad por recoger el ejemplo que nos ofreció.