En la búsqueda interminable de nuevos nichos de producción con los que compensar la caduca estructura económica de la provincia de Zamora, las energías renovables surgieron como una oportunidad de desarrollo a través de los numerosos parques eólicos y plantas de energía solar que florecieron, sobre todo, a partir de finales de la década de los 90 del siglo pasado.

Sobre el emergente sector surgieron también, posteriormente, las sombras, en forma de cazaprimas o de presuntas irregularidades con escándalo por medio en el que se vieron implicados altos funcionarios públicos y políticos, con la trama descubierta en 2008 y aún pendiente de juicio en Zamora, o bien con el ocaso de gigantes de pies de barro, como la recién liquidada Pevafersa, que supuso un mazazo para la economía de casi mil familias toresanas. Otra decisión de terribles consecuencias para sus casi 200 empleados fue el cierre en Coreses de la planta de Alstom que fabricaba las torres de los aerogeneradores. Las cuentas de la lechera no salieron como en un principio pudo suponerse, pero entre la megalomanía de una nueva gallina de los huevos de oro a los desmanes y errores de gestión existe un gran trecho en el que todavía puede moverse un sector por el que merece la pena apostar.

Zamora llegó a ocupar una de las posiciones de cabeza en la producción de energía eólica con la instalación de cerca de 600 molinos, en su mayoría controlados por las grandes compañías eléctricas. Todavía hoy, los parques distribuidos por la geografía provincial suponen una parte cuantiosa de los ingresos para muchos municipios. Frente a las dificultades de los ayuntamientos que pretenden sacar su parte de la tarta de la producción de los embalses que en su día colocó a Zamora como la joya de la corona hidroeléctrica española, los parques eólicos están obligados, por ley, a tributar un 1,5% de sus ingresos brutos por el uso de las vías públicas.

En dinero contante y sonante para un municipio de menos de 400 habitantes como Lubián, en la Alta Sanabria, la actividad eólica supone unos ingresos anuales de más de 250.000 euros. El cercano Hermisende, con menos de 300 pobladores, ingresa 73.000 y Pías con poco más de 200 habitantes, 24.000 euros. Son solo tres ejemplos de lo que puede suponer la instalación de los gigantes aerogeneradores para las arcas públicas de pequeños municipios que, a duras penas, podrían financiarse de otro modo.

Unos resultados que otros pueblos envidiarían, y ello a pesar de que el sector eólico no atraviesa el mejor de sus momentos por la incertidumbre del marco jurídico regulatorio, el mismo problema que ha encontrado para su desarrollo la energía solar. Muchos pequeños inversores que se lanzaron a la producción en plantas fotovoltaicas confiando en su rentabilidad a largo plazo y al amparo de las generosas primas han quedado de pronto atrapados en tierra de nadie. Los industriales, que se sienten traicionados por los continuos cambios legales introducidos por el Gobierno en los últimos años, reclaman un marco jurídico estable que elimine la incertidumbre que lastra el negocio.

Los expertos aseguran que para la rentabilidad de las renovables no son necesarias las grandes primas que atrajeron a inversores, pero también a oportunistas con información privilegiada años atrás, aunque sí es fundamental esa estabilidad legal que ha sido reclamada incluso por las autoridades de Bruselas y que, según los industriales, está frenando las inversiones de capital extranjero.

Los inversores de eólicas y solares acusan al Gobierno de mentir cuando desde el Ejecutivo se los señala como origen de gran parte de la deuda de las eléctricas que los ciudadanos pagamos en los recibos de la luz y defienden su viabilidad. Teóricos de las renovables aseguran que, dentro de medio siglo, la utilización de este tipo de energías habrá crecido exponencialmente. Entre otras cosas porque los combustibles fósiles siguen siendo finitos y la actual bajada del barril de petróleo resulta poco más que un espejismo difícil de sostener en el tiempo.

Pero, además, las energías renovables ofrecen una posibilidad real de avanzar en investigación e innovación empresarial. Las viviendas más atractivas son, hoy en día, las más eficientes en términos de energía. Zamora cuenta en su campus con el Máster de Energías Renovables y con el trabajo realizado al amparo del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas que dirige la física zamorana Rosario Heras, reciente premio de Construcción Sostenible de Castilla y León.

Viento y sol, dos recursos que abundan en Zamora y que no son idénticos en todos los lugares de España: la Agencia Meteorológica reconoce el potencial de estas tierras en cuanto a la incidencia solar se refiere. En la provincia se han invertido unos mil millones de euros en parques eólicos y solares. No solo deben rentabilizarse, sino que se debe ahondar en el camino de la investigación para sus diversas aplicaciones de la mano de la Universidad. Si se avanza en la dirección correcta, podría traducirse de nuevo en la creación de puestos de trabajo, además de la demostrada rentabilidad directa para las arcas públicas, enmendando la injusticia de lo sucedido con las presas hidroeléctricas que nunca debería volver a repetirse.