Para empezar, lo primero que se nos viene a la cabeza es preguntarnos qué queremos hacer con nuestra ciudad, cuáles son las oportunidades que están a la vista para buscar qué tipo de actividades podrían asegurar el porvenir de todos sus ciudadanos. Y qué imagen de ciudad es la que nos atrae más. A principio del siglo pasado una generación de hombres de negocio y comerciantes impusieron un modelo de ciudad que convirtió los espacios de fuera del primer núcleo medieval en el centro operativo y simbólico de la ciudad a lo largo del siglo XX. Una ciudad que moldearon de acuerdo con sus gustos y necesidades. Los resultados todavía están vigentes, pero cuestionados por zonas del nuevo cuño, de tendencia centrífuga respecto de la ciudad tradicional. La ciudad de los comerciantes introdujo programas de vivienda más complejos y con nuevos estilos que conferirían nueva imagen a la ciudad. Si las viviendas del antiguo régimen eran de mampostería con revoco con cal, sin adornos, la nueva construcción se basaba en fábricas de ladrillo pintadas y con molduras. A las ventanas de antes le suceden profusión de balcones y el invento del mirador, un alarde de carpintería que prolongaba al salón con un espacio sobre la calle. Se reguló la actividad comercial -todavía yo conocí cómo los portales de las viviendas compartían su espacio con la venta de productos diversos- así que equipamientos como el Mercado revolucionaron el carácter del comercio del detall en la ciudad. Otras instituciones de beneficencia y enseñanza fueron las precursoras de los servicios sociales actuales.

Entre los aspectos que debieran condicionar el futuro de la ciudad, incluso desde su aspecto económico, es el de atender de forma primordial los aspectos que tienen relación con la riqueza monumental de la ciudad. Actualmente no es Zamora ciudad turística, es un aspecto que no acabamos de entender los zamoranos, pues lo que más valoramos es la corporeidad del monumento en sí, mientras que lo que pueda enaltecerlo, colocarlo debidamente en su entorno, no lo tenemos en cuenta. Y a su vez este entorno, que normalmente forma parte de un espacio público, lo despreciamos como cosa secundaria. ¿No es llamativo que para dejar vista la parte trasera y dejar exenta la iglesia de San Juan se demoliese el cuerpo edificado que componía un lado de la Plaza Mayor? Nos da lo mismo que siga así desarbolada, a pesar de ser en teoría el espacio público del más alto valor simbólico de la ciudad, con su forma de traza incierta en que una iglesia se enseñorea del espacio, pero dándole las espaldas al espacio público. Otro caso análogo es el de la plaza de la Catedral, así denominada, pero que es como un espacio más de las afueras en donde la ciudad termina, como atestiguan las tapias de las traseras de los conventos recientemente abandonados, y que el edificio institucional de reciente construcción toma el motivo tapial como una consagración que marque la identidad de la pretendida plaza.

Esta actitud de indiferencia hacia la mejora y definición de espacios urbanos singulares, a los que se deben dar las cualidades que marquen su excelencia, se extiende a otros sitios que, abandonados a su suerte, no se les ha dado la oportunidad de demostrar la riqueza de su marco urbano encerrados en el pozo de insignificancia en que se hallan. A modo de ejemplo me referiré a la zona que está enfrentada con el acceso al Puente de Piedra, manzana que llega hasta la plaza de Santa Lucía, y que habría que transformar al crear una zona de viviendas y con actividad comercial bajo soportales, y en el testero una zona verde peatonal de paseo junto al roquedal sobre el que se yergue la ciudad.

No podemos pretender que un Plan vaya a resolver todo este tipo de actuaciones puntuales. El Plan establece un hito y una discontinuidad, es lo pertinente para la aplicación de una normativa. Aquí lo que estamos planteando es otro tipo de actuaciones que se caracterizan por una gestación y gestión permanentes que nazcan de los movimientos vecinales y que, en su caso, sean tramitadas como modificaciones en el Plan. Lo más fructífero es plantear los problemas y perseguir los objetivos cuyo desarrollo salta por encima de los plazos que son prioritarios para los partidos políticos.