La presidenta del Observatorio Contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, María Ángeles Carmona, quiere acabar con una costumbre ancestral, la del españolísimo piropo. Esta señora ha afirmado tajantemente que "el piropo, aunque sea bonito, es una invasión en la intimidad de la mujer y debe erradicarse". Señora mía, permítame decirle que discrepo, respetuosamente, pero discrepo. Su opinión me resulta, como poco, cuestionable. Con la de cosas que se pueden erradicar y prohibir desde el Observatorio que usted preside y se fija usted en el piropo. Hablo, señora mía, de esa frase o comentario con el que se requiebra a una mujer para llamar su atención con el propósito de manifestar interés en ella, cortejarla o enamorarla. Si eso es machista que baje Dios y lo vea. Otra cosa bien distinta es el insulto y la ofensa gratuita. Pero el piropo. ¡Venga ya!

Lo que debería prohibirse bajo amenaza de multa e incluso de cárcel es la manía de algunos mal llamados hombres de, a la primera de cambio y con el fin de hacer daño, llamar "puta" o "zorra" a una mujer por el hecho de serlo, sin pensar que su madre, su abuela y su hermana mujeres son también. Eso sí que es una ofensa. Eso sí que es un insulto. Eso sí que es un ataque a la dignidad de la mujer y una invasión de su intimidad. Eso sí que debiera perseguirse y penarse. Pero nunca el piropo, sobre todo si se trata de una frase bonita o admirativa.

El piropo bonito es casi un arte digno de Cirano, de Casanova o del mismísimo Tenorio. Ellos eran maestros en el uso del piropo y nunca fueron denunciados por dedicárselos a una o a mil mujeres. ¿Usted se cree, señora Carmona, que a una mujer puede molestarle que un señor o un joven le espete lo que hace unos días le dijo a servidora un señor bien parecido refiriéndose a mis piernas? Fue una frase que me hizo sonreír. Era algo así como que mis piernas nada tenían que envidiar "a las columnatas de Bernini". Oiga señora, el hecho de oírlo me subió la moral, sobre todo en días de niebla, la libido y todo lo que en aquel momento se me tuvo que subir.

Me parece una solemne majadería que cuando 2015 cuenta tan pronto con la primera víctima de violencia de género, con la de trabajo que su Observatorio tiene en esa materia, usted se fije en el piropo y diga lo que ha dicho. Y no lo trate, por favor, como una forma de discriminación o de menoscabo de la intimidad porque por ahí va a ser muy difícil que pasemos. Fíjese más en los insultos que algunos energúmenos profieren. Erradicar el piropo no lleva al fin de la violencia de género. Inviertan su tiempo, su esfuerzo, su dinero y su trabajo en acabar con la lacra, en investigar, en hacer las cosas bien para que cuando existe denuncia no se llegue al trágico desenlace ocurrido en Elche porque alguien bajó la guardia.