Salía el sol por poniente, en lugar de por levante, más que nada por aquello de llevar la contraria, como si se tratara de un adolescente echándole un pulso a su padre el día que descubrió que las hormonas le estaban jugando una mala pasada y el acné comenzaba a brotarle como el verdín en el estanque de Valorio.

Pues eso, que salía el sol, justo por donde debía ponerse; y la gente no se apercibía de ello porque, a fin de cuentas, se había hecho de día. Cómo se había llegado a ello era algo que no parecía importar a nadie, incluidos los iconoclastas, aunque en la medida que iban pasando las horas, aquellos que habían elegido su vivienda orientada hacia el sur, para aprovechar los rayos solares de la mañana, llegaron a reparar que ese día no se le había iluminado el salón hasta bien entrada la tarde, justo cuando el sol iba perdiendo fuerza y obligaba a poner la calefacción a tope para compensar el desajuste.

Eso suele ocurrir también en otros aspectos de la vida -incluidos los que provienen del mundo de la política- que se hacen notar en forma de desajustes; mayormente cuando alguien valora el grado de cumplimiento de las promesas electorales; porque difícilmente se llega a caer en la cuenta de que las cosas están sucediendo al revés de cómo nos las han contado. Tardamos en darnos cuenta de que no son como aparentan, porque es tal velocidad a la que se producen que llegan a confundir. Porque de una forma u otra los mensajes propagandísticos que las distintas fuerzas repiten machaconamente nos hacen creer que dijeron lo que no habían dicho, o que la culpa es del "cha-cha-chá", como la canción aquella que cantaban los chicos de Gabinete Caligari en los ochenta, en plena movida madrileña. Porque quienes diseñan las campañas de intoxicación actúan como cualquier sociedad anónima en busca de resultados a corto plazo, sin importarles un carajo los medios a emplear. Y es que a los partidos les da lo mismo por dónde llegue a asomar el astro solar: el caso es que llegue a salir en algún momento, por alguna parte; porque ello permitirá mandar, más fácilmente, las neuronas hacia el trasero. Les da lo mismo una cosa que otra, porque previamente han procurado que los lugares por donde ellos se mueven dispongan de doble orientación: al sur y al norte, lo que les viene a garantizar esa cuota de luz, o de calor, que a los demás pueda llegar a faltarles.

Es sorprendente la sutileza que emplean -en especial los adláteres- en los análisis partidistas, cuando se trata de ponerle las peras a cuarto al adversario, de la misma manera que hacen uso de una quebradiza memoria cuando se trata de analizar los propios defectos. Resulta muy gráfico observar este tipo de reacciones cuando las cadenas de televisión sacan del almacén de las hemerotecas cosas que dijeron en el pasado, por supuesto, diametralmente opuestas a las que defienden ahora, así como la desfachatez empleada en tratar de ocultarlas o enmascararlas con trampantojos o pases de magia. Es un ejercicio de irreverente insensatez ver cómo Rajoy aseguraba en el pasado que subir los impuestos era una torpeza, o que Iglesias elogiara la doctrina del presidente Chaves, o que Zapatero modificara la Constitución con la luz apagada, o que IU se arrimara al sol que mas calentaba -en Andalucía con el PSOE y en Extremadura con el PP- para ahora salirse todos por peteneras, negando la evidencia las veces que haga falta, tantas como san Pedro a Jesús de Nazaret.

De manera que el bosque de los engaños se ha quedado tan denso, que lo de menos es "que salga el sol por Antequera" -como dicen que dijo el infante don Fernando- porque lo que verdaderamente importa es que lleguemos a darnos cuenta de ello, antes de que alguien tenga que recordarnos que la sombra de los cipreses continúa siendo alargada, como ya dijera en su día Miguel Delibes.