La Navidad trae consigo esa carga de emociones y sensaciones que nos envuelven y nos arrastran. El ambiente es propicio y las llamadas, felicitaciones y buenos deseos constituyen oleadas, tsunamis cuando seguimos día a día los días siguientes con la Nochevieja como abanderada de otra oleada de deseos y celebraciones con el intermedio ya clásico de las uvas, constituidas en auténtico rito oficial del cambio de número en el calendario para todos.

El villancico como música de fondo nos acompaña junto a las cartas y los regalos con los que esos Reyes Magos tan amigos como generosos nos van a deleitar y emocionar. Por esas ricas comarcas de nuestra geografía da comienzo la variada colección de mascaradas, individuales o de grupo que han conservado vivo y activo ese rito milenario: el Zangarrón de Sanzoles, Montamarta o Pozuelo, la Vaca Antrueja de Pererula y si nos subimos a la Culebra y nos repasamos Tábara, Alba y Aliste junto a Tras os Montes entonces podemos trazar un auténtico guion con carácter casi universal porque las connotaciones adquieren sin duda ese valor y significado que confluyen en cada figura o grupo. Las mascaradas de las comarcas de Tábara, Alba, Aliste y todas las trasmontanas constituyen una auténtica referencia histórica.

Las grandes celebraciones del calendario litúrgico nos marcan y señalan de manera clara esas connotaciones religiosas de fondo común, solo alteradas a veces por esos añadidos que nos confirman ese origen común y lejano.