Ya están aquí, llegaron ya. Aunque, en realidad, han estado siempre. Los de Podemos. Ellos, como tantos otros, han sido también parte de esa masa y mayoría silenciosa a la que a estas alturas de la política pretende recurrir Rajoy con su patético discurso a favor del bipartidismo. Pero hubo un 15-M, un clamor público, especialmente de una juventud sin salida, que se plantó en la calle, dijo: basta, que hasta aquí hemos llegado y de aquí no pasamos.

El recurrente mensaje de que la política es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos y que había llegado el momento de los ciudadanos, de que los ciudadanos participasen directamente en los asuntos públicos puesto que sus representantes elegidos solo representaban a sus partidos de los que se consideraban agradecidos trabajadores con buenos sueldos, caló pronto y hondo entre capas importantes de la población cuando España se desmoronaba en los vaivenes de una crisis aguda que el Gobierno del PP afrontaba poniendo de proa a las clases sociales más humildes y desfavorecidas mientras mantenía con el mayor cinismo, pese a haber prometido en campaña electoral todo lo contrario, los infinitos privilegios de una inmensa nomenklatura política, la mayor de Europa, lo que desde Podemos llaman la casta, marcada por el sello de la corrupción y la mediocridad.

Había que gobernar de otra manera, pensando en el hombre de la calle, algo que solo podía hacer el mismo hombre de la calle. Y así nació Podemos, emergiendo con tanta ilusión y fuerza que es a meses de las elecciones una de las tres fuerzas políticas favoritas, perfilando la tendencia al cambio total y metiendo una gran dosis de miedo a PP y PSOE, protagonistas de un oscuro bipartidismo alternativo durante más de tres décadas en las que acumularon ese poder absoluto que acaba corrompiendo absolutamente. Un cambio político, económico y social que es posible, que puede hacerse, ha dicho Braulio Llamero, elegido con el inicio de año como secretario general de Podemos en Zamora, que llevará a cabo su labor de implantación del partido en la capital y en la provincia apoyado por un Consejo Ciudadano. Lo próximo será la elección de un candidato a la alcaldía de la capital, que, al parecer, no será Llamero, lo cual será una lástima porque es conocido y porque él conoce bien la ciudad y sus necesidades.

No va ser fácil, sin embargo, la tarea que espera a Podemos, como no lo será para ninguno del resto de los partidos que concurran a los venideros comicios. La joven formación de Pablo Iglesias acapara mucha intención de voto pero aún le falta camino por recorrer, tanto en su organización interna, donde no deja de haber discrepancias por lógicas que resulten, como en su lucha contra la feroz campaña de desprestigio que los poderes fácticos han puesto en liza contra ellos y que irá a más a medida que pase el tiempo, como, sobre todo, por acabar de convencer a los indecisos, que son muchos, que no van a votar ni PP ni PSOE, pero que tampoco son partidarios de radicalismos, sino de actitudes centradas, ni de aventuras arriesgadas, sino de bases seguras y estables que permitan y faciliten una nueva forma de hacer política.