Son múltiples los factores que influyen en la marcha de la economía. Aunque si hay uno en especial, ese es sin duda la confianza de los ciudadanos. Más allá de las estimaciones de los institutos de predicción sobre el ritmo de crecimiento para 2015, el último y prioritario indicador que inclinará la balanza a un lado u otro será el consumo interno, el principal índice de la salud del bolsillo. Todos deseamos que se cumpla el avance del 2,1 proyectado para el año en curso en Castilla y León. Incluso que estas expectativas se queden cortas para recuperar cuanto antes las cuotas de empleo perdidas a lo largo de los años de crisis. A eso contribuirán decisiones como la reducción de la tarifa autonómica del Impuesto sobre Hidrocarburos o la menor retención en el tramo del IRPF. Pero la economía, como bien sabemos, es global y, por ello, no debemos perder de vista el enfriamiento del dinamismo de los países de nuestro entorno, la "guerra de trincheras" que mantienen los líderes mundiales por el control de las materias primas (especialmente el petróleo y el gas) y la posible inestabilidad política de algunos socios europeos como Grecia. A lo que, indefectiblemente, debemos añadir la incertidumbre sobre el futuro mapa electoral de España con la probable entrada de formaciones de carácter populista.

La exposición es, por tanto, latente en el ámbito interno y en el externo. De ahí que, sin pretender ser agoreros, haya que abogar cada día porque la buena economía venga acompañada por la buena política, cuyo concurso es imprescindible si queremos de verdad salir del túnel pedregoso y lúgubre en el que llevamos ya demasiado tiempo. Necesitamos que los datos macroeconómicos y financieros se consoliden para que los signos de recuperación, el empleo y los créditos lleguen lo antes posible al tejido productivo, a las pymes, a los autónomos y a la sociedad en general. Prefiero la cautela por encima de los vaticinios más optimistas, sobre todo a cinco meses de unas trascendentales elecciones, en las que los partidos tienden a la exageración y a la confrontación, olvidándose muchas veces de que la realidad es cambiante y no responde al capricho de ningún poderoso. Seguramente, la cautela sea mala consejera para recabar el voto de una parte de la ciudadanía que se declara apática y decepcionada. Sin embargo, creo que las opciones basadas en el populismo y en las estériles declaraciones de intenciones, cuando no de un ideario onírico y grandilocuente, son más traicioneras que la propia economía a gran escala.

La confianza genera demanda y esta consumo interno. Solo hace falta que nadie venga a jugar con las aspiraciones y anhelos de mucha gente, sobre todo de la que menos tiene.