El presidente del Gobierno de España, que tardó tres días en comparecer para no decir nada sobre el 9N en Cataluña, parece que fuera de aquí recobra algo de expresividad, si es que alguna vez la ha tenido, y ahora en Australia, en la reunión de los grandes, se ha soltado algo así como que en la reunión del G20 ha sido reconocido el ejemplo de superación de nuestro país. ¿Superación, en qué? En lo económico, ha precisado Rajoy, aunque la supuesta salida de la crisis solo la perciban él y los suyos y en general esos 450.000 que viven de la política, algunos con privilegios que son indignantes abusos, como las tarjetas negras o los viajes gratis total y sin justificar de los parlamentarios, alegría, alegría, que lo paga el pueblo con sus impuestos. Pero ocurre que, en verdad, la única superación que la ciudadanía detecta, en una espiral sin fin, es la de la corrupción.

Y si no, ahí están los 2.000 imputados existentes en la actualidad, aunque apenas el 10% haya pisado la cárcel. Que esa es otra y principal causa de lo barata que sale la corrupción en España. La mayoría de los políticos implicados son del PP y del PSOE, pero nadie se libra. Lo que lleva enseguida a una pregunta: ¿se libraría Podemos? Porque son humanos, que se sepa. Pero es evidente que el electorado está dispuesto a dar una oportunidad a esta joven formación de jóvenes bien preparados que quieren cambiar lo que ha venido sucediendo desde la transición, empezando por reformar una Constitución que se ha quedado obsoleta en algunos puntos y que en otros resulta tan utópica como el propio proyecto de Podemos, si bien últimamente van tendiendo más al realismo, por si les toca gobernar.

Como el batacazo de PP y PSOE en las urnas es más que previsible, porque está en el ambiente, los que se han repartido el pastel durante tres décadas, sin otra alternancia -lo cual demuestra también la falta de madurez de la democracia española- se dan prisa ahora en intentar remediar lo irremediable, a base de reiterar -palabras más que hechos- conceptos como la lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia. Su problema, irresoluble problema, es que ya no los cree nadie, casi ni los suyos, y por eso tendrán entrada en el mapa político las nuevas opciones. Y es que no se puede engañar a todos todo el tiempo. Es imposible creer que quienes más han contribuido a la corrupción vayan ahora a frenarla. Todo sigue igual y las perspectivas no son mejores. La opacidad ciega todos los canales de información y la transparencia se limita a publicar los ingresos y patrimonios debidamente cocinados, por supuesto, de los políticos. (Zamora, por cierto, a la cola igualmente en este sentido, por detrás de la media regional y nacional en transparencia). Pero a saber cuántos casos más hay por ahí de tarjetas opacas, de viajes sin justificación, de contratos con comisión bajo cuerda, de chanchullos, sobornos y enchufes de todo género, hoy por ti mañana por mí. Algunos casos se irán descubriendo pero la mayoría, no.

¿Y se extrañan PP y PSOE de que la intención de voto haya emprendido nuevos derroteros? Y no es solo Podemos, sino Vox y UPyD, si saben jugar, igualmente, las bazas válidas del populismo.