En nuestro país y en otros muchos, hay personas que tienen que desenvolverse en dos lenguas: la lengua del Estado y la lengua máter de su entorno étnico o cultural. Este ejemplo se da en México, Mozambique, Marruecos, Francia y, extremadamente, en la Unión India.

Hay errores de gran bulto al interpretar esta realidad, como sucede en España y Francia al entender que la lengua es un bien territorial y no humano. Bástenos el ejemplo de Bretaña, País Vasco, Galicia o Cataluña. En estas comunidades se exige a la gente que hable un supuesto "batúa", (lengua unificada), corrompiendo el principio de respeto a las lenguas máter de los diferentes grupos que las hablan. El catalán, por ejemplo, tiene en torno a unas 14 variantes. Al imponer el catalán, del Baix Llobregat se está violando el principio de respeto a las otras variantes que son las que habla el pueblo concernido. Otro tanto pasa en el País Vasco con la lengua oficial obligatoria vasca. Lo mismo podemos decir del porteixo zamorano, el gallego de Meira y el "lenguaje" oficial que se enseña a los niños en las escuelas de Galicia. Todas estas imposiciones constituyen de facto una violación de los derechos de las personas y una destrucción innecesaria de nuestro acervo cultural que se pagará caro en nuestro futuro para comprender lo que fuimos y cuál fue nuestro devenir. Ningún país debe aceptar una lengua foránea como elemento vehicular, excepción hecha de las lenguas que han sabido aglutinar en torno a ellas un estado. Este ejemplo es válido para España en la cual la lengua castellana sirvió como elemento aglutinador de los diferentes pueblos peninsulares hasta conseguir una nación cultural. Nótese que a pesar del tiempo transcurrido siempre ha habido libertad en nuestro país para utilizar las lenguas familiares que nunca han estado en contradicción con el elemento aglutinador.

Un ejemplo de lo que no debe ocurrir es el de Filipinas. Filipinas se convirtió como nación unificada con la lengua castellana. Entre 1898 y 1946 hubo una ocupación foránea, una americanización, que ha destruido la unidad cultural filipina. También lo intentaron en Puerto Rico, pero no lo han conseguido porque el arraigo de la nación española portorriqueña es muy profundo e indestructible. Esto demuestra que una vez constituidas las entidades culturales es contraproducente y retrógrado imponer como elementos vehiculares lenguas extranjeras.

Por esa razón, porque las naciones no tienen que guiarse por culturas extranjeras no tienen razón para adoptarlas como elemento universal. Otra cosa es la necesidad de entenderse todos entre sí sin desprenderse de lo propio. Es estos momentos la mundialización de la economía y los avances tecnológicos imponen la necesidad de entenderse a nivel global.

Con esta intención ya surgió a principios del siglo XX la idea y puesta en práctica de la lengua internacional, Esperanto, que no fue ninguna invención sino, simplemente, dar estructura de lo que ya en nuestras lenguas nacionales existe. Es decir, se creo una gramática sencilla y universal a la vez de propia. De esta manera el esperanto es una lengua universal que sin ser de nadie lo es a la vez de todos. Desde el primer congreso universal en 1906 en Boulogne sur Mer con algunos cientos de asistentes, hombres de letras de diferentes naciones casi todos, la lengua ha arraigado en todos los países del mundo. Hay entre tres y cuatro millones de personas adheridas a organizaciones esperantistas y cerca de 100 millones de esperantohablantes. Esto se calcula por cientos de cátedras de esperanto en universidades de todo el mundo (en España la de Santiago y la de La Laguna), cientos de bibliotecas expandidas por todo el orbe con cientos de miles de libros en dicha lengua y por los cientos de publicaciones de periódicos y revistas que se editan constantemente, por la magnitud de su empleo en Internet y otros elementos de cálculo científicamente demostrados.

Estos millones de esperanto hablantes, entre los que me encuentro, tienen el dominio de esta lengua como enlace para la comunicación con el mundo ajeno a nuestra habla nacional de cada cual y funciona perfectamente sin destruir otras culturas, todo lo contrario, abriendo cada cultura a través del esperanto al mundo entero por lo que es enriquecedor y no destructivo como sucedió con la imposición del inglés en las Islas Filipinas. Es mi deseo que estas reflexiones en voz alta sirvan para tomar conciencia de las barbaridades lingüísticas que se están cometiendo en España, tanto en las CC AA como a nivel de enseñanza estatal.

Luis Pelayo Fernández (Muelas del Pan)