Se ha dicho que Ruy (Rodrigo) Díaz, conde de Vivar, es el máximo héroe de la Reconquista y, por tanto, de la Edad Media española; y siendo Zamora una ciudad clave en ese Milenio de Hierro que es el medievo español, es forzosa la relación de ambos, de la que trataré brevísimamente, dejando claro qué es Historia, y qué Romancero u otras leyendas.

Una de estas dice que fue armado caballero en la iglesia de Santiago el Viejo, o de los Caballeros, cuya austeridad -reducidas dimensiones, una nave con ábside, espadaña de campana única- recuerda la armazón de caballería de don Quijote, a quien para velar sus armas le bastó el brocal de un pozo y una pértiga acerada.

Y a propósito: En la plaza de la Constitución, antes General Sanjurjo, antes de la Cárcel, hay otra iglesia dedicada a Santiago: Santiago del Burgo. Cada vez que oigo (con bastante frecuencia) o leo "Santiago El Burgo", se me cae la cara de vergüenza... ajena. ¿Cómo es posible que no sepan que "burgo" equivale a ciudad? ¿O es que creen que hay tres apóstoles con nombres Santiago: Santiago el Menor, Santiago el Mayor (o Matamoros) y Santiago El Burgo?

Voy a referirme al cantar de gesta "Mio Çid". (Observación: "Mio" se escribe sin acento, y Çid con cedilla). Como el Cantar comienza con el destierro, deja fuera a Zamora; no así el Romancero; aunque me parece que citar estas dos fuentes, con los vientos que corren de enseñanza y otras culturas, es algo así como referirse al Mahabharata o al Ramayana. Si no son buenos tiempos para la lírica, no digamos para la épica.

También se falsea la Historia con versos modernos. Por ejemplo: "Por la terrible estepa castellana,/ hacia el destierro/ con doce de los suyos/ polvo, sudor y hierro/ el Cid cabalga". No iba con "12 de los suyos", sino en "300 lanzas". Y lo de la estepa castellana no deja de ser un tópico, toda vez que Castilla tiene más masa arbórea que muchas regiones de Europa.

La relación del Cid con doña Urraca, según el Romancero, fue más bien turbulenta. Pongo los versos de memoria, por lo cual no los separo, aunque por otra parte no parece necesario:

"¡Afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano! ¡Más te valdría recordar que yo misma te calcé espuelas y te hice caballero en el altar de Santiago! ¡Tú, traidor en armas y amores, me dejaste por Jimena, con ella solo tienes dineros, conmigo tendrías un Reino! Bien te casaste Rodrigo, dejaste a la hija de un rey, por casar con la de un vasallo".

Las desdichas comenzaron cuando Fernando I, "el Grande", en su última voluntad repartió el reino, como si se tratara de la dehesa de Penedillo, entre sus hijos. El final es sabido: Sancho II, "el Fuerte", de Castilla, destronó a su hermano García, rey de Galicia, a Alfonso, de León, y desposeyó a doña Elvira, de Toro. Quedó doña Urraca, en Zamora. Debía tener un sentido de Estado tan flaco como su memoria, si es cierto lo que se le atribuye:

"Allá en Castilla la Vieja/ un rincón se me olvidaba,/ Zamora había por nombre,/ Zamora la bien cercada;/ de parte la cerca el Duero,/ del otro Peña Tajada,/ del otro la Morería/ una cosa muy preciada".

Ciertamente es histórico que el Cid tuvo parte en el cerco de Zamora, como alférez, que en la época significaba "caballero abanderado".

Ahora voy a limitarme a transcribir el relato, a mi parecer, más objetivo y conciso de los que conozco sobre el papel del Cid en el cerco, objeto principal de este escrito.

"Zamora se alzó contra el rey (Sancho II); este la puso apretado cerco; cuando los zamoranos, estrechados por el hambre, parecían próximos a entregarse, un mercenario portugués, por nombre Bellido Dolfos, entrándose en el campo de los sitiadores, sorprendió al rey, al que atravesó de una lanzada, y al rapidísmo galopar de su corcel ganó las puertas de la ciudad, que ante él se abrieron. La leyenda habla de un caballero cristiano que a lomos de su caballo sin ensillar ("¡Mal haya el caballero que cabalga sin espuelas!"), salió en persecución del matador de su rey y su lanza se clavó en la recién cerrada puerta. Aquel caballero, cuyas leyendas le han inmortalizado, era el Cid Campeador. En las murallas de la ciudad la tradición conservó el Postigo de Arena, o de la Traición, que fue, según los juglares del siglo XIII, el lugar que Bellido Dolfos mostró al rey don Sancho como punto por donde la ciudad podía ser tomada; y la Puerta de doña Urraca, por donde tal vez pasó Bellido".

La bibliografía medievalista española, y, por tanto, del Cid, es inmensa, inabarcable: Menéndez Pidal, "La España del Cid", "En torno al poema del Cid"; Blánquez Fraile, "Historia de España"; Ballesteros Beretta. De fuera, Dozy, holandés; Bertrand, francés. Edgar Sanderson, que en "Out lines of the World´s History" hace un elogio extremo, al compararlo con Aquiles, el héroe de "La Iliada". Y no quiero dejar de referirme al "Quijote", del que aconseja la lectura del capítulo XXVII de la 2.ª parte. En el XXVII de la 1.ª dice: "Y el menor no sé yo de qué sea heredero, sino de las traiciones de Vellido..." el XXVIII, 1.ª.

Ceferino Cuadrado Matallana

(Zamora)