Será choque de trenes o solo descarrilamiento, pero comporta altos riesgos. A tres meses del 9 de noviembre, fecha fijada para el referéndum en Cataluña por la marea independentista, la tensión crece. En un mes llegará el 11 de septiembre, fiesta nacional, con una proyectada "uve" popular (de victoria) entre las dos principales arterias de Barcelona, Diagonal y Gran Vía. Se busca una fotografía que impacte al mundo. Como la de la Vía Catalana del año pasado con millón y medio de participantes. No fueron tantos, solo 793.000, según ha contado en las fotografías aéreas, uno a uno, la Societat Civil Catalana, entidad fundada por catalanes antiindependencia con amplia representación de catedráticos y directivos de empresas. Pero casi ochocientas mil personas es más del diez por ciento de los ciudadanos y equivaldría en las urnas, restando menores y sumando los que no pudieron desplazarse allí, o no quisieron significarse, a la mitad de los catalanes que suelen ir a votar.

En ese empate aproximado, como si fueran los dos polos del arco voltaico, está Cataluña. "La tensión es muy alta y crece", estima Josep Ramon Bosch presidente de Societat Civil Catalana. Como se puede imaginar, ha alcanzado máximos en Convergencia, el partido que fundó Jordi Pujol. Las reuniones son durísimas en las últimas semanas al mezclarse la sensación de decepción e indignación por lo confesado por Pujol, con la presión de las fechas que se acercan. Peor aún: en las próximas municipales de mayo de 2015 el poder municipal convergente puede desmoronarse en favor de Esquerra Republicana, aunque no mueva un dedo en los ayuntamientos. En la pugna dialéctica entre los partidarios de apuntarse al independentismo sin matices y los que quieren un partido pactista para salvar la relación con España, un alto dirigente llegó a sugerir, acalorado, que "el proceso soberanista, para resultar indiscutible, ahora necesita un mártir". Tomen nota. Así de dramático está el asunto. Puede pasar cualquier cosa.

Entre tanto, los que piensan que una tercera vía es todavía posible trabajan sin descanso aunque poco ayuda el Gobierno de Rajoy cuando descarta esa opción "porque no tiene el consenso necesario". Cierto que hoy es minoritaria, pero puede crecer si se tiene en cuenta que se ha empezado tarde. La Generalitat de Artur Mas lleva años repartiendo subvenciones a medios de comunicación y últimamente invitando a viajes a corresponsales extranjeros, a través de su organismo Diplocat, para crear un estado de opinión favorable a la independencia. Por eso tiene tanto valor que un redactor jefe de La Vanguardia, Joaquín Luna, firmara el pasado 30 de julio una columna en la que se atreve a decir: "Pedir un referéndum es legítimo -y estoy a favor de celebrarlo- pero no cuando a uno le viene en gana, con las preguntas marcadas y sin avisar siquiera al presidente español. Me gustaría votar y votar "no" porque (...) no observo una fuerza intelectual, empresarial y política en la Catalunya independentista que inspire confianza. Peor: detecto mucha mediocridad y subvenciones". Años de regar con dinero público a medios, entidades y profesores, autores de estudios que demuestran la bondad de la independencia, han asentado la idea de que la solución a todo, incluida la crisis, está en romper con España.

"Lo que se pueda hacer para lograr un acercamiento hay que hacerlo en septiembre, o será demasiado tarde", piensa Javier Solana, exministro y exsecretario general de la OTAN, actualmente muy vinculado a Barcelona a través de Esade. Dialogaba Solana con Santi Vila, consejero de la Generalitat, "homólogo" de Ana Pastor, la única autoridad española que estuvo en su boda el día 5 de julio, la fiesta del Orgullo Gay. Allí comentamos con la ministra que aquella normalidad institucional, con Mas presente en la boda, podía darse en España pero difícilmente en Francia. Miquel Roca Junyent apostilló: "Sí, pero esto también es fruto de la Constitución". Cierto, la Constitución da para mucho. Así que imagínensela reformada. Quizás para otros cuarenta años, si antes no se rompe esto.