Como el rayo que no cesa, el tema del cambio, necesario para muchos, de gobierno ha vuelto a las páginas de los diarios. Las crisis populares son como los Ovnis o las serpientes de verano o las medusas del Mediterráneo: aparecen en el país y en el entorno cuando desciende el tono de las preocupaciones que hasta ahora, durante el curso regular, nos tenían ocupados. Pero -como decía el otro- aquí no se inventan los rumores ni uno se come una rosca en estos asuntos veraniegos. En agosto viene a dar lo mismo Democracia Cristiana que Socialismo Democrático por muchos chistes que quieran inventarse unos y otros.

Aquí y ahora solo caben razonamientos. Si tuviera que haber relevos en el poder, el Ejecutivo, si las cosas se le tuercen, tendrá que bregar finamente y, si la gente así lo quiere, dejar el puesto de mando y quemar todo lo inservible con frenazos o con acelerones bruscos, pero responsablemente.

Así las cosas, lo urgente de hoy sigue siendo que el ritmo no decaiga, que sepamos seguir hacia adelante con ánimo. En algunos sectores vuelve a resplandecer con ligeras sonrisas el optimismo, aunque sea moderadamente, aunque muchos quieran ver que todos los proyectos llevados a cabo por el gobierno equivaldrían a una especie de ruptura y no a un perfeccionamiento de las situaciones. Europa nos arrastra; eso parece que lo tenemos claro todos y además que tenemos que dejarnos llevar para no desperdiciar esfuerzos, que vamos a necesitar para otras obligaciones perentorias que vayan a presentarse pronto.

Hay quienes quieren celebrar las cosas "a la brava". ¡Ingenuos! Hay quienes quieren cercenar estos impulsos "a la brava" ¡Estúpidos! El problema va a ser que no sabe ninguno si los que mandan van a tolerar o no los desafíos. Pues "otoño caliente", dicen algunos insensatos. Podría ser, pero no puede tomarse esta afirmación como amenaza seria porque, si es así la tendremos liada y no es eso, no es eso?

También hay quien especula con que muchos importantes se han puesto a buscar "lazos" y no sabe la gente cómo interpretar esto. Si un gerente o un administrador o gestor principal engorda, puede pensarse con sorna que no es problema solamente de obesidad o glotonería sino más bien de codicia y de cuentas torticeras o torcidas (el mismo dilema significativo que entre "perverso" y "pervertido", que me asegura mi amigo y compañero de intereses culturales, don José Antonio, que no es lo mismo). Y la experiencia conocida a través de los periódicos en estas últimas semanas, así lo avala. ¡Tanto alto cargo y personaje mediático importante que ha perdido su dignidad y el respeto del pueblo llano que se le tenía! ¡Ay, hasta dónde hemos llegado!

Pero, siguiendo con la música de la vida, digamos con el mejor humor posible, aquellos ripios populares:

"Sonríe, aunque sea triste tu sonrisa,/ porque seguro que más triste que tu sonrisa/ es no poder o no saber sonreír".