Hay cierta permisividad judicial con agresores y terroristas. Cierto tipo de delitos no deberían contar con concesiones como la reducción de pena, casi siempre motivada por eso que llaman buen comportamiento. No sé hasta qué punto un terrorista, un violador, un asesino, un maltratador puede tener al cabo de los años y en la trena un comportamiento que engañe por igual a psicólogos y autoridades penitenciarias.

La salida de la cárcel de un tal Bolinaga, en este caso aduciendo a cuestiones humanitarias, ya que se creía que estaba al borde de la muerte, crea la necesaria alarma social y el consiguiente malestar y sensación de desamparo por parte de las víctimas. Eso se va a acabar, afortunadamente, ya que en el Consejo de Ministros anterior a las vacaciones de verano se aprobó el proyecto de Ley del Estatuto de la Víctima del Delito, en el que se incluye un catálogo de derechos para evitarles una segunda victimización social o lo que es igual, el hecho enojoso, doloroso y sangrante de tener que revivir, recordar y volver a sufrir, que no me parece poco.

La víctima no puede convivir con el victimario, una vez que ha sido juzgado y declarado culpable. Y no que a veces los victimarios parecen tener los derechos, todos los derechos, y las víctimas tan solo deberes que cumplir a rajatabla. No puede una mujer golpeada y ultrajada permanentemente por el energúmeno de su marido, encontrárselo por la calle, como si cualquier cosa, al cabo de un tiempo en prisión. La prisión no cura. El haber estado privado de libertad aumenta, cuántas veces, el odio, el rencor y la vesania que acaba pagando la víctima.

No puede la viuda o el huérfano de un terrorista etarra, encontrarse con el verdugo de su marido o padre, tomando "txikitos". Nada le digo si se acierta a veranear por Venezuela y en la más lujosa de las urbanizaciones se topa uno de bruces con de Juana Chaos, comprando potitos para su niño. Tiene que ser doloroso, muy doloroso. Hay que empatizar y ponerse en la piel de la víctima en lugar de hacer virguerías dialécticas tratando de justificar un crimen, un vil asesinato, sobre todo si se cometió a manos de un etarra. Larga vida en la cárcel para todos ellos.

Me viene a la memoria un caso ocurrido no recuerdo si fue en Córdoba o Granada, donde un marido quitó la vida a su mujer prendiéndole fuego. La señora ardió como una tea. Fue uno de los peores casos de violencia de género que se recuerdan. No sé qué fue del asesino, un hombre entonces sexagenario, espero y deseo que se pudra en la cárcel. Pero no, los abogados, con la "complicidad" de la Justicia y de los jueces, siempre encuentran resquicios favorables al maltratador, al asesino, al terrorista, hasta ahora. Porque a partir de ahora, las víctimas podrán recurrir la libertad de agresores y terroristas.