La situación de la sanidad rural en Zamora, como en toda Castilla y León y toda España se está convirtiendo en una historia interminable y a peor. Según las encuestas, el grado de satisfacción del usuario lleva tres años a la baja. Los recortes en un servicio tan básico, con la salud en juego, son cada día que pasa más ostensibles, mientras, Rajoy que iba a recortar el inmenso gasto de las autonomías, y suprimir el despilfarro inmenso de sus órganos repetidos con los nacionales, sigue mirando hacia otro lado. Y lo mismo ocurre con las diputaciones, con la Diputación provincial en este caso, esa institución tan cercana y tan necesaria, según dicen sus defensores, para velar por los pueblos y que tanto dinero cuesta a los ciudadanos, para nada en realidad. En cuanto a la delegación de la Junta, es la voz de su amo, ya está.

Enfrente están los pacientes y el personal sanitario, que es el que más vuelve a alzar la voz ante el caos que la reforma sanitaria de la región está produciendo en la provincia, y que como se temía, se ha agravado profundamente con la llegada del verano y las vacaciones. Tanto los sindicatos de clase como los profesionales en el ámbito de la salud pública no han dejado de protestar aunque sus protestas hasta ahora no estén sirviendo para nada ante la cerrada postura de la Junta. Los últimos de momento en hacerse escuchar han sido los médicos de la zona sur de Zamora, una de las más severamente castigadas por los obligados cambios impuestos desde Valladolid. Según acaban de denunciar, el sistema está funcionando con el 60 por ciento de la plantilla al no cubrirse ni las bajas, ni las vacaciones, ni los descansos, mientras las autoridades sanitarias consideran que la atención que se presta es la correcta.

Naturalmente, las autoridades opinan desde sus despachos, sin conocer ni remotamente las situaciones que se producen, acerca de los cuales los médicos ya han advertido que pueden dejar a algún paciente por el camino. Lo cierto es que, estos meses, cuando la gente acude al consultorio, ya sea a por recetas o a ser reconocido, no sabe lo que se va a encontrar, aunque ya se espera no encontrarse nada bueno, y eso sucede tanto en la asistencia primaria de los pueblos como de la capital, no en todos pero sí en muchos de los casos y en muchas ocasiones. Faltan sustitutos y eso obliga a largas esperas y a que los profesionales se sientan agobiados sin poder apenas dedicar minutos a los enfermos, atrapados unos y otros en la rueda de una medicina deshumanizada y burocrática al máximo.

No es lo único que han denunciado los médicos de la zona sur, pioneros, hace ya casi dos años, en ver lo que se les venía encima con la reforma que la Junta de Castilla y León empezaba a extender y lo que ello iba a suponer para la población rural. Los cambios producidos les obligan a acumular servicios en varios pueblos, a veces distantes entre sí bastantes kilómetros, lo cual puede imposibilitar atender las urgencias en caso de que surjan. "Pasamos más tiempo en carretera que viendo enfermos" es la triste conclusión tanto de los médicos como de las enfermeras. Pero aquí lo de más vale prevenir que lamentar, parece que no tiene cabida alguna y eso que se trata de la salud, el bien más preciado.