El roto del Pujol en la credibilidad del centrismo catalán aporta tres mil millones de razones para aplazar "sine die" la epopeya independentista. La "tercera vía" gana bazas en la voluntad de CiU. No se sabe muy bien qué cosa es, pero tiene a su favor el pragmatismo del famoso "seny", además de la preferencia de Duran i Lleida y, sobre todo, la aparente predisposición de Rajoy a aceptarla como base de diálogo. El descrédito convergente por el timo colosal del fundador y su familia no ha hecho más que empezar. El viacrucis de una larga investigación fiscal y penal encadenará episodios infamantes, de los que CiU necesita enajenarse. Archivar aventurerismos sin futuro en la UE y suplirlos con el rescate de algunas reivindicaciones paralizadas, entre ellas la nueva financiación, es ahora el más urgente antídoto contra la muerte política.

El presidente Rajoy parece ungido por la buena suerte, sea accidental o inducida. Los trapicheos de los Pujol no eran un secreto, según los testimonios que salen a la luz sobre la táctica de mirar para otro lado a cambio de la paz en Cataluña, seguida por varios Gobiernos españoles de derecha y de izquierda. Esos pactos tácitos son bochornosos para todos, como también el hecho de reservar su público conocimiento hasta que una de las partes se atreve a romperlos. La unidad de España, que debería ser un valor en sí misma, ha tenido que inmolar al gran gurú del centrismo catalán para encontrar garantías en su efecto devastador sobre la credibilidad de una de las grandes familias políticas de la democracia. Facilitarle un arma de regeneración mediante concesiones interesa tanto a Cataluña como a España.

Es un juego peligroso, porque la corrupción se ha generalizado hasta hacer reos de instrucción judicial a la nomenclatura del partido gobernante en el Estado, al sindicato hermano del principal partido de oposición y a algunos de sus propios dirigentes. Aunque los tribunales no se subordinan -o no deberían- a las expectativas electorales, hay otros escándalos pendientes de resoluciones tanto más imprevisibles cuanto más urgida se sienta la Justicia en demostrar su independencia. El propósito de regeneración y transparencia no puede obviar el riesgo de hundir su credibilidad en la charca de las mentiras y los abusos. Conviene, entonces, apurar las opciones de la "tercera vía" catalana y dar a Mas y Duran todo el tiempo posible para que cambien la mayoría del Parlament a favor de la unidad del Estado. Los recelos de Junqueras ya están a la vista. Reflejan que algo ha empezado a cambiar y ese algo exige priorizar el diálogo antes de que sea tarde. No es un problema, sino "el problema". Los autobombos macroeconómicos de Rajoy valen mucho menos que el trabajo por la unidad.