Sí, ellos, los abuelos se han convertido en el refugio más seguro en estos tiempos de crisis. ¡Si no fuera por ellos! Tengo en mis manos un informe de Comisiones Obreras que señala lo siguiente, a día de hoy los jubilados echan no una si no las dos manos a hijos y nietos sumidos en una crisis económica que ha dejado fuera del mercado laboral a más de cuatro millones de trabajadores. Total, el 28% de los hogares españoles depende de las pensiones de sus mayores. Padres que ven, quién se lo hubiera dicho, el regreso de sus hijos a casa, obligados además a hacerse cargo de los nietos.

Las pensiones están pagando los estudios y no solo los estudios universitarios de los nietos. Las pensiones están dando de comer a quienes de otra forma no podrían hacerlo convenientemente. Las pensiones están pagando no solo la luz, el agua, y el gas propio, sino el de los hijos que de otra manera se quedarían, desgraciadamente, a dos velas. Porque, hablamos de los bancos, pero las eléctricas tampoco perdonan. Si no se paga, se corta por lo sano y a otra cosa mariposa. Tres cuartos de lo mismo ocurre con el agua y con el teléfono.

Yo quisiera que estas líneas se convirtieran en un homenaje a todos esos abuelos ejemplares que hacen más de lo que pueden, y yo creo que incluso de lo que deben. Gentes que pensaban en la jubilación como vía de escape para viajar, para disfrutar, para convertir sus días en un auténtico jubileo, ya que eso es o debería ser la jubilación, y sin embargo se han encontrado asumiendo unas cargas que no esperaban, pero que, dada la generosidad de tantos y tantos padres y madres, para ellos son livianas. Con tal de ver felices a los hijos y ayudarles a salir del atolladero económico en el que se encuentran, se hace lo que haga falta, aunque les vaya la vida en ello.

Este año de gracia 2014, arrancaba con un dato demoledor: casi 700.000 hogares sin ingreso alguno y 1,8 millones de familias con todos sus miembros en paro. Es terrible a pesar de los recientes datos de la EPA. El paro baja pero de forma tan lenta que la desesperación sigue siendo una constante en más de cuatro millones de españoles. Pero ahí están los abuelos, poniendo a su disposición sus recursos que a veces no son tantos, su techo, su compañía, su tiempo, su trabajo y su esfuerzo, limitados ambos por la edad que no perdona.

Infinidad de jubilados españoles, gracias a su pensión que, por cierto, en España no son nada generosas, son los que aportan los únicos ingresos fijos al núcleo familiar. Hay un dato que no quiero pasar por alto y que es absolutamente revelador, tiene mucho que ver con la cesta de la compra, ya que frente a los 700 kilos de media que los españoles consumieron en 2013, los jubilados rozan ya la tonelada. Y no es que se hayan vuelto más voraces. Es que a lo suyo añaden lo de sus hijos y nietos.

Las cargas familiares han devuelto a los abuelos presencia social, eso es incuestionable. Están por obvias razones omnipresentes en la vida de millones de familias. Pero, también hay que reconocer que esta situación ha incrementado esa sensación que nos corre a todos por las venas de frustración frente al panorama laboral al que se enfrentan hijos y nietos. Y eso que el Gobierno empieza vislumbrar la luz en ese horizonte que todavía a tantos se nos antoja tan lejano.