Desde el otro lado de los Pirineos acaban de darnos una llamada de atención. El actual gobierno francés ha decidido reducir sensiblemente sus departamentos político-administrativos reduciendo y simplificando su gigantesca estructura. La llegada de esta interesantísima noticia despierta en las mentes adormecidas de esta España nuestra, que en un alarde de incomprensible locura la fragmentó, la enfrentó políticamente, a la vez que multiplicaba miles de millones la administración que desde el otro lado de la frontera se comienza a reducir. Ahí está esa diferencia muy sensible y certera que nos separa, y tristemente ejemplo que solemos seguir en muchos casos con cuarenta o cincuenta años de retraso. Tengamos fe y confianza que tras este desaguisado decimonónico, utilizado por los llamados genios de la Transición, surjan auténticos salvadores de la patria de todos y todos a una salvemos el bache creado por esa pobre gente, que según parece no da más de sí.

Su gran gesto fue reabrir y darle vida a toda la gama de resabios, corruptelas y viejas diferencias de límites y cuestiones dinásticas de siglos atrás, regados en determinados casos para que el odio y el enfrentamiento tomaran colores y siglas que dan asco y pena cuando hay gentes de una nobleza y una categoría ejemplares a quien no se respeta y escucha.

Nos quedamos en casa y nos sorprende que con menos de doscientos mil habitantes en la provincia mantengamos en activo 248 ayuntamientos. Si de esa población restamos la capital, Benavente y Toro que suman, más o menos, la mitad del censo, nos quedan 245 ayuntamientos con una población total que no llega a cien mil habitantes. Hoy la centralización de la Administración se impone de la misma manera que el cooperativismo en el sector primario. De lo contrario estaremos detrás siempre y, lo que es más triste aún iremos a rastras.