La evolución de la economía se debe a los cuentos, al menos en parte, porque el interés por escuchar historias es innato al ser humano.

Las buenas narraciones crean estados de ánimo y pueden modificar la percepción que, del mundo, tenga el lector. Por eso, nuestros dirigentes cuidan las palabras. Últimamente hay una que se repite hasta la saciedad en sus mensajes: "confianza". Se trata de recuperar la seguridad perdida.

Cuando, hace años, comenzó a subir el precio de la vivienda nadie hablaba de burbuja inmobiliaria. En España la vivienda nunca baja, nos decían. Era el cuento que tocaba. El drama es que millones de personas lo creyeron y compraron a unos precios que, en otra situación, hubieran sido prohibitivos.

Posteriormente, el mensaje cambió. Resultó que todo había sido una colosal mentira. A los medios de comunicación comenzaron a llegar, entonces, cuentos nuevos que hablaban de bancos corruptos, de exceso de endeudamiento, de primas de riesgo, de "expertos" que no daban una y de políticos ineptos. La consecuencia fue la reducción drástica del consumo.

Ahora, ya digo, vuelven a cambiar la narrativa. Se trata de reactivar la economía y dicen que "la cosa" va bien. Es el cuento que toca, el de la recuperación.

Pero no es cierto. Mientras las cifras de desempleo se expresen en millones la "cosa" no puede ir bien, por mucho que digan. Los indicadores de paro, deuda o déficit, son desastrosos. La favorable evolución de ciertos índices es un espejismo porque se debe, en gran medida, a la reducción de salarios y a la precariedad laboral. Los recortes sociales, la creciente pobreza, la desnutrición infantil, el olvido de los jóvenes, el desamparo de los mayores?

Al ritmo actual la creación de empleo es una quimera, sin embargo, los responsables se esfuerzan en explicarnos que la situación mejora. Tratan por todos los medios de encontrar una historia, otro cuento que devuelva la confianza perdida como si de su credibilidad dependiera la recuperación del país.

Todos los momentos tienen su narrativa, es cierto, pero para que los cuentos tengan efecto emocional hace falta un buen cuentista y ellos no lo son. Por eso, nadie cree el suyo.

En todo caso, alguien debiera poner límites a la manipulación que hacen de la realidad. ¡Basta ya de confiar la suerte del país a la habilidad del narrador! Urge recuperar el juicio.

Es hora de que nuestros dirigentes se dejen de zarandajas y se pongan a trabajar en serio, de verdad, para sacarnos del pozo en el que nos han metido. Hablo de tomar medidas con urgencia porque en economía, lo estamos viendo, los errores se pagan con desigualdad y pobreza.

De no ser así, podría pensarse que la tan traída y llevada crisis no es otra cosa que una excusa para privatizar servicios públicos, reducir prestaciones, precarizar el empleo o limitar libertades.

Alguien podría pensarlo. Estaría perfectamente legitimado.