Habrá que confiar en que a Mariano Rajoy no le emborrone la cartulina el último cartucho de tinta para la cuadratura del círculo económico. El presidente del Gobierno avanzó esta semana ante la asamblea del Instituto de la Empresa Familiar el compromiso de cumplir el objetivo de déficit marcado, sin recurrir a nuevas subidas de impuestos ni añadir más tajos de tijera al bolsillo del pantalón donde el contribuyente tiene a recaudo la cartera. No subirá el IVA, bajará el impuesto de sociedades, habrá incentivos para las pymes y autónomos que fomenten la reinversión de beneficios y con la nueva reforma fiscal que prepara el Ejecutivo todos los contribuyentes pagarán menos. Cierto es que durante los últimos meses, las buenas noticias sobre la marcha de la economía española empiezan a ser, aunque ligeras, más comunes. No se trata de una eclosión primaveral de brotes verdes, pero sí de evidencias que anuncian que el país se va alejando del páramo, de años de barbecho económico que han lesionado gravemente las cuentas del ciudadano y de las empresas. A saber: la estabilidad del nivel de precios en el último medio año; la fortaleza de las exportaciones, que han permitido que la balanza de pagos por cuenta corriente presente un saldo positivo por primera vez en la última década; el retorno de la inversión extranjera, que había huido del país en busca de refugios más estables. Hoy, el bono español a cinco años se paga a menor interés que el de Estados Unidos. Por no decir que la prima de riesgo vuela a la mitad de altura que en los peores momentos de la crisis, cuando el rescate del país era amenaza cierta.

Que la economía española emerge no lo defiende solo Rajoy. Jean-Michel Six, economista jefe de la agencia de calificación de riesgos Standard and Poor's (S&P) para Europa, Oriente Medio y África, reconoció recientemente que la economía española camina firme por la senda del reequilibrio. «Venimos de un país en que el sector de la construcción era un enorme componente del conjunto de la economía. Esa industria se ha reducido de forma significativa. Ahora, el nuevo vector de crecimiento llega por el sector exportador. Está empezando, pero la recuperación es alentadora». Empujadas por la tremenda caída del consumo interno, las empresas españolas están compitiendo en el exterior y quitando cuota de mercado a firmas extranjeras, tanto en Europa como en los países emergentes. Otros factores positivos que apunta S&P son el inicio de la reducción de los niveles de deuda privada en las familias, y cierta mejora de la confianza de los consumidores.

En resumen, recalentar la economía mediante la merma de impuestos para incentivar el consumo, de manera que a su vez el consumo permita al Estado mejorar sus cuentas por vías recaudatorias como el IVA y otros tributos. La recuperación económica lleva a la mejora de la recaudación tributaria tanto como el consumo conduce al avance de la economía.

Parecen fórmulas sencillas pero aún queda pendiente de aprobar, pese a la ligera mejora de los datos del paro de los últimos meses, la asignatura que marcará el devenir futuro de este Gobierno: la creación de empleo, la «maría» de la economía española, la lacra de un país que supera los cinco millones de parados, en una de las tasas más elevadas y sangrantes de los países desarrollados. España gana crédito, tal vez más fuera de sus fronteras que dentro, pero no alcanzará la máxima credibilidad hasta que la tasa de desempleo no empiece a desplomarse. Entonces se habrá cuadrado el círculo.