Sí, un lago con mayúscula. Que así nos entendemos los de aquí y sabemos de lo que hablamos. Y es que nuestro Lago, lo tenemos tan adentro que nos sobran los epítetos que se han dado para acercarnos más a su figura. Ahora no podemos dejar de pensar en la suerte que pueda pender sobre su futuro. De aquel «espejo de soledades» al que veníamos en su busca para reconciliarnos con nosotros mismos y salir de él limpios de cuerpo y alma. De todo ello queda tan solo un amable recuerdo.

Ahora todo es diferente. Las multitudes que invaden periódicamente sus playas demuestran por sus gestos y comportamientos lo que es propio del llamado consumo de masas y que define el asalto universal a los parajes más recónditos de la naturaleza. No voy a criticar este acceso a bienes que constituyen la base del descanso de las clases menos favorecidas, pero sí el de constatar el nivel socioeconómico de los consumidores que son mayoría en la demanda de servicios en el Lago y que condiciona no solo el tipo de empresas de hostelería más comunes para atender esta demanda, sino el modelo económico de toda la comarca. Así pues, la realidad de la máquina que gestiona esta economía se resuelve en decenas de pequeños negocios que corren el riesgo por asegurar su beneficio en las pocas semanas del verano en que se produce la avalancha de turistas. Y eso es así año tras año.

De cómo se ha llegado a esta sociedad levantada con los recursos propios de ahorro familiar y fraccionado en múltiples células productivas de venta de productos y servicios, es mérito de sus modestos promotores. No es de extrañar que la provisión de servicios y equipamientos sociales no estén a la altura de la actividad veraniega. Y de que los desarrollos urbanísticos se hayan hecho con las máximas economías: densificación sobre suelos rústicos o previamente urbanizados y la utilización de redes de servicios viarios con capacidades solo aceptables hace cincuenta años. Y esta situación de saturación es crítica y visible en la ocupación de las carreteras y en los aparcamientos de las zonas de baño o en la situación deficitaria de las redes de depuración y saneamiento que amenazan directamente a la calidad de las aguas del Lago. Tengo mis dudas de que lo que se exige hoy en día a cualquier recinto público de baño esté presente en nuestro Lago.

Por todo ello es el momento de sentarse todos los actores implicados alrededor de una mesa de diálogo para calibrar la dimensión de los fallos del desarrollo económico local y de la forma de acometer su futuro. Sería el primer paso a dar y aceptar su necesidad. Y así abandonar esa defensa roquera de los intereses privados, pasando de las más públicas, convencidos de que ha llegado el momento de tomar decisiones que impliquen a las administraciones responsables y que vengan respaldadas por unos ciudadanos, conscientes de los problemas que amenazan el futuro de su sociedad.

La baja capitalización de los negocios ha llevado a un fraccionamiento de empresas por debajo de un nivel crítico de tamaño. De hecho el trasvase de personas del sector agrícola ha sido total. Y esa economía del campo se nota en un comercio que ha seguido sus patrones. La recogida de frutos, como manzanas, castañas y últimamente setas, son productos espontáneos cuyo mantenimiento se ha añadido al propio de la casa y eso es hablar de una economía doméstica. Tenemos un panorama económico que se salda anualmente con los justos beneficios para continuar. Pero a la mayor parte de los industriales y comerciantes locales no les hables de los desajustes de la zona porque ya tienen bastante con los problemas de puertas adentro. Pero la realidad es que los problemas exteriores e interiores están intercomunicados. Y hay que empezar por lo más difícil para vertebrar la acción pública. ¿Cómo poner de acuerdo a gente que tradicionalmente se ha visto sola para resolver sus propios asuntos? Pero el prójimo nos suscita desconfianza, así que... ¿Qué voy a hablar con ellos? Pues habrá que romper ese instinto, que lo único que hace es destruir nuestras instintivas tendencias buenas. Porque ahora se trata de resolver problemas que los ciudadanos normales no podremos resolver. Son los problemas de un modelo que tiene que cambiar para hacer viable las vidas de nuestros descendientes y para esto necesitamos implicar al Estado, o sea a la Junta, que es la fuente financiera además de aportar ideas y una gestión global que permitan hacer carreteras, urbanizaciones, con las plataformas de espacio, redes de servicios y equipamientos para jóvenes y viejos.

Habría que convencer a la autonomía para que crease una sociedad de desarrollo en que los ciudadanos estuviesen representados. Esta sociedad debería empezar a hacer los estudios técnicos para ver la viabilidad económica del entorno actual y qué tipos de economías serían las adecuadas. No es admisible que las actividades productivas queden limitadas a los dos meses del verano. Si el baño en las aguas del Lago es el acto central de las vacaciones ¿qué otras actividades habría que desarrollar para que veraneantes y residentes salgan beneficiados por esta mayor oferta relacionada con el ocio y de que el empleo no quede supeditado a los meses de verano?

Habrá que hacer un esfuerzo para juntar voluntades y unirse para que sean atendidas nuestras demandas con fuerza. Y para que en los partidos políticos se promueva una actitud de respeto a las ideas de sus contrincantes políticos. Basta ya de acallar la voz de los ciudadanos con la prepotencia que exhiben ciertos sectores de nuestra vida pública. Es demasiado fuerte la tarea de reforma que demanda la pervivencia de este enclave singular. Tenemos la palabra los ciudadanos.