Hoy puede ser un gran día. Hoy, para quien esto escribe, es un gran día. Atendiendo a la invitación del Teniente General Jefe del Cuarto Militar de la Casa de S.M el Rey, a las once y media de la mañana, si Dios lo quiere, en la Plaza de Armas "Reina Sofía" del Cuartel "El Rey" en El Pardo, asistiré al Acto de Jura de Bandera de los nuevos Guardias Reales, presidido por los Príncipes de Asturias. Y no sólo eso, lo más importante para mí es que a las once y media de esta mañana, si Dios lo quiere, juraré bandera como jurando civil en acto tan solemne. Cumplo así con una vieja aspiración. Cumplo así con un viejo anhelo que por fin veré satisfecho. Es un deseo largamente acariciado con el que quiero reforzar más si cabe mi españolidad que está a prueba de fisuras ideológicas.

En mi caso no juro bandera llevada por la obligación o la orden. En mi caso juro bandera con profundo convencimiento de lo que voy a hacer. Por respeto y por amor al símbolo, porque la bandera de España, mi bandera, sigue izada, como cuando niña en Guinea, en el mástil de mi corazón. Lo he confesado en infinidad de ocasiones, de no haber nacido tan pronto, hubiera sido militar. Y no un militar preparado para la guerra, que también si así hubiera sido necesario, sino un militar para hacer la paz, para construir la paz, para llevar esperanza donde el conflicto es permanente, para ejercer la solidaridad tal cual hacen aquellos y aquellas que tienen por divisa el honor. Amo el mundo castrense. En ese orbe tantas veces denostado habitan españoles de verdad, de los que van quedando pocos. Son personas que conceden valor a lo que realmente lo tiene. Sé que mi tranquilidad se la debo a ellos. Que a ellos debo la defensa permanente de los valores y los símbolos. Que ellos encarnan la cortesía, la decencia, la gentileza, la amabilidad, el servicio a los demás, aunque en ello empeñen la vida. Sé que sólo en el mundo castrense vale quien sirve y que para todos y cada uno de los uniformados españoles servir, a la patria, a la bandera de España, a los ciudadanos, a la paz, es un honor. Hoy, hago realidad un sueño. Hoy juro bandera, y juraré y rejuraré cuantas veces sea necesario. Sé que lo aquí digo y sobre todo sé que lo que allí haré es ir contra la corriente de la moda imperante desde hace unos años. Abrazarse a la realidad del patriotismo, que no del patrioterismo, está pasado de moda e incluso mal visto. Desprecio a los que desprecian los símbolos. Me dan pena los que se ríen de estos sentimientos profundos. Me indignan los que se burlan de España, de su historia y de su bandera. Por los que la vejan y la escupen, mofándose de ella, hoy voy a besarla yo y muchos más españoles civiles que tendremos el enorme honor de realizar el Juramento ante la bandera en la Guardia Real.

Sé que lo que aquí digo, a unos sonará chocante, para otros será cosa de fachas, estoy acostumbrada, los de más allá lo verán como algo ridículo, abocará a unos pocos a la hilaridad, servirá de crítica o puede que cree alarma social, pero sé que también para un buen número de zamoranos sonará reconfortante. Por ellos merece la pena. Para muchos españoles, para muchos zamoranos, la mayoría, aunque en exceso silenciosa, por eso no he querido callar, España está ante todo y sobre todo. Su bandera es y será siempre el símbolo de mi lealtad y de mi amor a mi patria. Aunque ello me obligue a ir contra corriente. Mil gracias al General de Ejército Don Félix Sanz Roldán, al Teniente Coronel José Manuel Cordón, al Coronel Jefe de la Guardia Real Juan Antonio Díaz Cruz y al Capitán Gallego. A todos, gracias por este honor.