El pasado 5 de septiembre se cumplieron diez años de la muerte de Madre Teresa de Calcuta. Ha pasado ya una década desde aquel funeral memorable en el que el mundo entero se puso a los pies de una santa bajita y vivaracha que "ha marcado la historia" (Juan Pablo II). La distancia de los años nos hace tomar cada vez más conciencia de la grandeza de su misión. Nos preguntamos, por tanto, ¿qué han significado su vida y su obra para la Iglesia y para la humanidad?; ¿cuál es el mensaje que Madre Teresa tiene para nuestro tiempo? En concreto, hay cuatro dimensiones de su espiritualidad que no pueden ser pasadas por alto.

En primer lugar, Madre Teresa es toda de Cristo y por eso escribe y vive lo siguiente: «Jesús es mi Dios. Jesús es mi esposo. Jesús es mi vida. Jesús es mi único Amor. Jesús es mi todo en todo. Jesús lo es todo para mí». Esta centralidad de Cristo en su vida nos recuerda lo esencial del cristianismo: la relación personal con Jesús. El 10 de septiembre de 1946, fecha a la que ella se refiere como "el día de la inspiración", es este Jesús sediento de amor el que le dice: «Mi pequeña, ven, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé mi luz. Yo no puedo ir solo. Ellos no me conocen y por eso no me buscan. Ven, vete entre ellos. Llévame a ellos. ¡Cuánto deseo entrar en sus agujeros, en sus oscuros e infelices hogares». En ese momento, Jesús le pide que comience con las "Misioneras de la caridad", una comunidad religiosa dedicada al servicio de los más pobres entre los pobres y que hoy es una familia religiosa con diversas ramas.

Madre Teresa es también una mujer fiel a la Iglesia. Al mundo moderno que le pregunta sobre el posible sacerdocio de la mujer ella responde «Ningún sacerdote será jamás mejor que la Virgen; pero ella sólo quiso ser la esclava del Señor». De la tradición de la Iglesia toma también sus oraciones favoritas. Reza frecuentemente aquella atribuida a San Francisco de Asís, "Señor, haz de mí un instrumento de tu paz". Y todos los días, después de comulgar, las hermanas de Madre Teresa dan gracias con la oración "Irradiar a Cristo", compuesta por el cardenal John Henry Newman en el siglo XIX y que comienza con esta sugerente petición "Querido Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia por dondequiera que vaya". A este Jesús con el que está íntimamente unida lo encuentra en la Iglesia.

Madre Teresa es una firme defensora de los derechos humanos, porque cada ser humano es imagen de Dios, su dignidad radica en su condición de hijo de Dios: "Traigamos la paz al mundo mediante el amor y la compasión, mediante el respeto a la vida, el más precioso don de Dios. Amemos a cada persona -los no nacidos, los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los pobres- con el mismo amor con que Dios nos ama a cada uno de nosotros. Un amor tierno y personal".

Madre Teresa es la "santa de los pobres", la madre de los moribundos y de los desheredados, la voz de los que no tienen voz. Es éste un mensaje ante el que nuestra sociedad es especialmente sensible, pero que ella nunca separa de su vida en Jesús: "el mismo Cristo a quien he adorado y recibido en la comunión es el que veo presente en la persona del prójimo".

El caso es que estos días Madre Teresa parece que se ha sacado un as de la manga. Y no sólo uno, ¡sino la baraja entera! Me refiero al libro que recoge algunos de sus escritos y que va a ser publicado por el postulador de su causa de canonización, el misionero de la Caridad Brian Kolodiejchuk. Mil y un malentendidos cercan esta nueva obra que permite conocer más a fondo el alma de la Beata Teresa de Calcuta. Así, los aficionados a las intrigas eclesiásticas ya ven en este hecho una maquiavélica maniobra de la Iglesia-institución para frenar la canonización de una santa tan popular y algo molesta por esa manía suya de estar entre los más pobres. No saben estos epígonos de Dan Brown que las cartas se han publicado con el permiso de las Hermanas de la Caridad y que el editor de las mismas es, como ya hemos indicado, el mismo que se encarga de llevar adelante la canonización de la Beata, responsabilidad que compagina con la de director del Centro Internacional "Madre Teresa de Calcuta" (http://www.motherteresa.org). Tampoco ha faltado quien se ha atrevido a asegurar que la publicación de dichos escritos viola el secreto de confesión, pues parece que su autora pidió su destrucción al considerar que "si las cartas se hiciesen públicas, las personas pensarían más en mí que en Jesús". Aparte de no saber lo que significa el sacramento católico de la reconciliación, estos informadores desconocen que grandes obras de la historia de la espiritualidad se han forjado así. El Libro de la Vida, de Teresa de Ávila, fue escrito por la santa andariega a petición de su confesor, al igual que los manuscritos que componen Historia de un alma, que Santa Teresa de Lisieux redactó aconsejada por su hermana mayor, a la sazón priora del Carmelo en el que se encontraba.

Las más de cuatrocientas páginas que ocupan en su edición inglesa estos escritos desconocidos de Teresa de Calcuta muestran, con más fuerza si cabe, la grandeza y la santidad de su autora, explicando al mismo tiempo su profunda identificación con los más pobres. En efecto, Madre Teresa llegó a comprender que la "oscuridad" era el "lado espiritual de su trabajo", pues compartía con los pobres el sentimiento de no ser "amado, querido, apreciado" al que describía como la pobreza más grande que hay actualmente en el mundo.

Estas largas cartas a sus confesores tienen un sentido para nuestra vida espiritual no sólo en el fondo, sino también en la forma. Madre Teresa escribía y también nosotros podemos hacerlo. Entrar dentro de nosotros y escribir nuestros sentimientos, llevar un diario de vida espiritual puede ayudarnos, y mucho, a centrarnos en Jesús y así descubrir su voluntad en las pequeñas cosas de cada día. A menudo encontraremos resistencias al situaros frente a un folio en blanco, pues escribir causa a veces dolor y ansiedad, nos embarcamos en un viaje cuyo destino desconocemos. Pero hemos de intentarlo, pues "escribir es como ceder los pocos panes y peces que tenemos, confiando en que se multiplicarán al entregarlos [...] Nosotros nos decimos la Palabra de Dios unos a otros, como producto del silencio de la escucha de Dios . Y escribir la palabra también nos revela la palabra de Dios a nosotros y a los demás" (J. H. Nouwen).

Como ha escrito nuestro Juan Manuel de Prada, «esas cartas no nos hablan de una pérdida de la fe; nos hablan del temple de esa fe». Teresa de Calcuta, mujer fuerte, con un as en la manga y un órdago a "lo" grande, ha ganado de nuevo la partida para "su" Jesús.