Hemos asistido con ilusión al homenaje a Ángel Bariego en el barrio de San José Obrero, con la presencia de muchísimas personas de «antes y de ahora». Una de las satisfacciones ha sido comprobar que la organización de los actos, en colaboración con la Directiva del Desarrollo Comunitario, a quien felicito, la han realizado los hijos de los de «entonces», y lo más importante es que son amigos.

Querido Ángel, nuestra amistad se remonta a cuando éramos adolescentes y en la primera juventud. Tú estabas en el Seminario y yo militaba en la JOC. Los dos queríamos cambiar el mundo, ya entonces no nos gustaba. Muchos amigos, algunos ya no viven, nos acompañaron en ese compromiso. Recuerdo el primer aliento en la Posada de tu padre, el tío Vitorio, en presencia de tu madre, la Sra. Lucía, ¿te acuerdas?, cuando nos animó a seguir con nuestros ideales diciéndonos «que los dos teníamos casta no como otros». Y es que tu padre, como buen taurino, se expresaba en esos términos.

Pasado el tiempo nos encontramos en Madrid. Tú habías fundado una orden religiosa con la Madre Rosario con presencia seglar en Orcasitas. Su objetivo era apoyar a las familias y en defensa de su dignidad en un ambiente poco propicio entre el chabolismo y la lucha por la subsistencia para sacar adelante los muchos hijos, todo eso, en un clima de ausencia de libertad.

Las componentes de esa Congregación laica, después de atender a cientos de niños de Madrid en las colonias de El Barco de Ávila durante el verano, dedicaban un tiempo de reflexión y formación en una casona de Hermosillo. Juntos todos y en ocasiones con familias de San José Obrero, convivíamos muy estrecha y fraternalmente. Tu fuiste el «gran reunidor».

Cuando te encomendaron la responsabilidad de poner en marcha la parroquia de San José Obrero con Manolo y Marcelino, volvimos a trabajar juntos en un proyecto ilusionante que se transformó en una singular propuesta social. Tuviste la visión moderna y profética de movilizar cívicamente a todo un barrio compuesto por gente del común, frente a una España sin horizontes.

El movimiento asociativo fue imparable, creándose grupos organizados como la Asociación de Padres y Centros de Cultura Popular, Grupos de jóvenes para el deporte y la educación y hasta Mamás Catequistas... Todo ello se desarrollaba en torno a la gran obra que fue el Desarrollo Comunitario, escuela de ciudadanía que ayudó a preparar a hombres y mujeres libres para la democracia tan anhelada. Algún día habrá que escribir en profundidad la intrahistoria de lo que fue el Desarrollo Comunitario y poner en valor tantas buenas personas que cooperaron con; tanta generosidad. Hoy hablamos de ti.

Seguramente te acordarás, querido Ángel, que alguna discrepancia tuvimos. Tú querías preservar de toda «contaminación política» al barrio, y yo, que era presidente del Desarrollo Comunitario quería abrir las puertas para contrastar con otras ideas y pensamientos. No olvidemos que estamos en el tardo-franquismo, con la consiguiente vigilancia policial y eclesiástica.

Volvimos a encontramos en tu nueva faceta como gerente de la Cooperativa Cobrera y que con vuestras obras colaborasteis en algunas construcciones para la Comunidad de Castilla y León.

Ángel, tu entrega, disponibilidad, cercanía y credibilidad han hecho mucho bien a muchas personas. Fuiste, y aún lo eres, una referencia pública y social. La trascendencia de todas las actividades e iniciativas que ayudaste a poner en marcha fueron tan llamativas que ejercieron una atracción muy positiva en toda la ciudad y provincia de Zamora y en otros lugares de España. Muchas personas se han sentido agradecidas, aunque no fueran del Barrio, conformándose con asistir a la misa de doce y escuchar tus homilías.