Solo de cuando en cuando nos encontramos a lo largo y ancho de nuestra geografía provincial manchones de alcornocales que a lo largo de su vida han tenido el cuidado y las atenciones que se merecen. La noticia de esas ciento cincuenta toneladas de corcho que la localidad de El Maderal ha conseguido este año, constituye una afortunada llamada de atención de cara al cuidado, atención y aprovechamiento, década tras década, de estos bosques tan singulares. Fue allá por los heroicos años de la segunda mitad de la década del setenta del pasado siglo cuando conocí ese alcornocal. Yo solo conocía los tres alcornoques que en la dehesa de Castro Terreño, término de Sobradillo de Palomares, y junto al pago de Cabeza están en el monte de La Tuda. El maestro nos había llevado un jueves por la tarde para explicarnos aquella curiosidad en un monte de encinas y robles. Recuerdo aquella visita como tantas otras de las tardes de los jueves en el buen tiempo.

Más tarde conocí y recorrí el monte de Fornillos de Fermoselle, de la mano del amigo Tomás Corral, lugar privilegiado porque desde él se puede disfrutar de una vista del arribe y concretamente del salto portugués de Picote, término verdaderamente privilegiado porque desde el vértice geodésico de San Roque, toda esa zona es una verdadera joya paisajística.

Pero aún más cerca, nos queda y nos espera ese alcornocal que duerme junto a otro sueño más cercano en el tiempo y este no es otro que el de Cerezal que fue de Pino, hoy Cerezal de Aliste, un magnífico manchón que nos ofrece toda esa armonía y belleza con los detalles de su aprovechamiento en una operación, llena de significado, que parece entregarnos su vestido para cubrir nuestras vergüenzas, cuántas veces deberíamos pensarlo por el abandono y el mal trato que le damos.

Ahora El Maderal termina de dar una lección y esto me ha hecho volver al mismo corazón de ese Sayago eterno donde vivió, trabajó y se mantuvo la industria del corcho, en esa Almeida de Sayago en la que una docena de familias mantenían toda una industria del corcho, hasta los finales de nuestra postguerra que los nuevos materiales acaban con uno de los aspectos tradicionales de esa industria, que en este caso concreto tenía y mantenía categoría nacional.

Las buenas prestaciones de este producto natural han comenzado a aprovecharse y muy bien ha venido esa lección de El Maderal para despertar a los dormidos en el cuidado y aprovechamiento del alcornoque, que también es naturaleza, paisaje y esconde aún más cosas.