Las últimas palabras que me escribió: «Te envío un beso enorme. Ya sabes lo peleona que soy, así que prepárate para futuras tertulias». Durante tres años trabajé para Concha García Campoy en Cuatro. Pronto supe que nunca tendría un jefe igual, admito que es más fácil mandar cuando sabes que todos los tertulianos andan perdidamente enamorados de ti. Si quieres conocer la calidad de un jefe, pregúntale a su chófer. Concha respaldaba absolutamente a su gente sin necesidad de explicaciones. Los alentaba a expresarse en libertad, porque ahí radicaba su autoridad. Nunca generaba la inseguridad de los mandos cobardes. No se distraía con celos inútiles de las estrellas que fichaba, ya fueran Ekáizer, Ónega, Wert, Carlos Mendo o María Antonia Iglesias. Al contrario, descargaba en ellos sus falsas flaquezas, por ejemplo ante la visita de un ministro. «Pegadle después vosotros a gusto, que yo soy una madre entrevistando».

Un plató acumula una tensión solo comparable a una UCI. He visto a veteranos de medio siglo de televisión temblando como hojas cuando faltan minutos para enfrentarse a las cámaras, asistí a dos infartos en directo. Después veías a Concha y renacía la calma. Mi ritual supersticioso consistía en ponerle las manos sobre los hombros, seguido del mantra, «jefa, vamos a divertirnos». A continuación me sentaba empotrado entre María Antonia Iglesias y Concha, tenía que medir cada palabra. La jefa colocaba a Ónega al alcance de su mano, la garantía de que nada podía trastocarse en el vértigo del directo. Desde el centro del ruedo advertía a Wert de que bajara la altura de su asiento, que el hoy ministro había elevado para sobresalir entre sus pares. O reprendía con suavidad mediterránea a Antonio Elorza, por presentarse vestido «con u na rebequita».

No todo era sencillo. A la hora de hablar de personajes como Bárcenas, tenías que mirarla -únicamente Ekáizer se dirigía imperial a la cámara-. Entonces se te olvidaba todo, y solo querías ser el hombre que se la cruzó en el ascensor y se apresuró a comprar un piso en el edificio para conquistarla.