Se veía llegar, pero no que llegase tan pronto. Por mucho que pregonasen Rajoy y los suyos una supuesta tranquilidad respecto al ingreso en prisión del hombre que sabía y sabe demasiado, Bárcenas, la impresión que se detectaba en el PP era la de una gente encogida que se disponía a encajar lo mejor posible el primer golpe. Que ya ha llegado, pero que según ha amenazado el propio Bárcenas no ha hecho más que empezar pues ha anunciado que va a contar los pecados de todo el mundo.

En realidad, lo que ahora se ha conocido, sobre poco más o menos, es lo mismo que se conocía antes. Solo que se trata de los papeles originales de las cuentas secretas del extesorero, aunque tampoco de los otros apuntes, de los fotocopiados y publicados antes, dudaba nadie ya. Ahora, las sospechas e indicios acumulados se convierten casi en certeza. Parece clara, presuntamente, la financiación irregular del partido, con dinero negro en donaciones de constructores y empresarios a cambio de favores, dinero que en su parte legal iba a los asientos correspondientes y en su parte más oscura se reservaba a diversos fines y destinos, entre ellos las cuentas suizas de Bárcenas, y los sobresueldos a la cúpula del PP.

Se confirmaría, de probarse el asunto, que Rajoy siendo ministro percibía, por otra parte, dinero de su partido, algo estrictamente prohibido en la legislación. Y aún falta por saberse si los fondos que recibían los dirigentes populares eran declarados a Hacienda, como gastos de representación según se aduce desde el partido, o se trataba de ingresos en dinero negro. En cualquier caso, parecen ilegales. Puede que a través del mismo Bárcenas todo se sepa, porque es un hombre acorralado, que ha intentado chantajear al partido solo días antes de entrar en prisión, según se ha publicado, pero en cualquier caso es a la justicia a la que compete llegar hasta el fondo, caiga quien caiga, de un asunto que cada vez huele peor y que se sabe cómo ha empezado pero no cómo va a terminar.

La sensación de corrupción generalizada en la clase política invade a una sociedad española absolutamente desmoralizada. La oposición pide explicaciones a Rajoy, pero el presidente sigue sin dar la cara, aunque tendrá que hacerlo. Un ministro, De Guindos, dice que lo de Bárcenas no afecta a la estabilidad del Gobierno. Bueno, aquí ya se sabe que pase lo que pase nunca pasa nada. El escándalo lleva camino de convertirse en un tsunami político pero los del PP, pese a tener que sentirse cada día más abrumados con el peso de los hechos, se limitan a negar todo y cualquier cosa. Y mientras, desde el propio Ejecutivo alguno habrá contemplado con satisfacción oculta el movimiento de ficha de un tesorero que lo sabe todo y más, y puede contarlo, y desde fuera otros habrán hecho lo mismo, a la espera y dispuestos a salvar el partido si es preciso. Por lo que pudiera ocurrir.

En otros países, un escándalo de la magnitud que puede llegar a alcanzar el caso Bárcenas podría suponer asunción de responsabilidades y dimisiones en catarata y desde lo alto. Pero esto es España, donde todo es posible y diferente.