Todo a punto para la irrupción del santo milagrero. La española es ahora mismo una sociedad que rechaza a su política y a sus políticos. En bloque. Con matices, si se quiere, pero todos suspenden. La intención de voto se desplaza del peor al malo con una falta de entusiasmo preocupante. El jefe de la oposición, que no parece ni lo uno ni lo otro, inspira menos confianza que el jefe de gobierno. Cayo Lara, a la izquierda de la izquierda, gusta a los suyos pero disgusta a los demás. Lo mismo ocurre con Rosa Díez, alternativa centralista a un PP centralizante. Por ahora cuesta pensar en Izquierda Unida como la sigla que abandere la desanudación del gran lío. Y la líder de UPyD forma parte del sistema, aunque quizás sea, de todos los gallos del corral, quien esté en mejor posición. Ningún miembro del Gobierno se salva de la quema. Los posibles tapados de quienes le hacen la cama a Rajoy desde su propia trinchera también se están abrasando. Hay que tener mucha fe para creerse las protestas de los dirigentes populares ante lo que va destapando Bárcenas, especialmente tras las últimas revelaciones, que consolidan la sospecha de una irregularidad permanente a lo largo de dos décadas (por lo menos). La era Aznar y la era Rajoy. El escándalo los ensombrece a todos, con culpa o sin ella. La imputación de Magdalena Álvarez en el caso de los ERE andaluces constituye un escaso consuelo para el partido en el Gobierno: el PSOE ya está hundido, y dos malos no hacen uno bueno. El PSOE no constituye alternativa, pero esto ya lo sabíamos. Por eso Rajoy puede aparentar calma y dejar que pase el tiempo, a ver si la recuperación económica llega por sí sola, de la mano de la gran rectificación europea que lentamente se va abriendo paso. Pero si hoy apareciera un santo milagrero, alguien libre de pecados anteriores portando un discurso de radical indignación, o de indignada radicalidad, tendría audiencia. Y si propusiera soluciones fáciles, sería escuchado. Cierto, las soluciones fáciles suelen ser falsas, y luego no se pueden aplicar, pero los partidos tradicionales tampoco han cumplido sus promesas. En Catalunya asciende sin parar Esquerra Republicana, que propone una solución elemental, la independencia, como remedio a todos los males. Esquerra jubiló drásticamente a los dirigentes de etapas anteriores y su nuevo líder está limpio de viejas complicidades. Es el mejor valorado y ya tiene más intención de voto directo que Artur Mas. ¿Cuál sería el equivalente español? ¿Alguien que propusiera salir de Europa? No está en el ánimo general. El nacionalismo antiautonómico es una vía de más calado, y simétrica al reto catalán. Catalizados por un enemigo interior: vieja historia.